El último informe del INE sobre la Contabilidad Regional de España vuelve a confirmar que las desigualdades económicas entre comunidades autónomas están lejos de corregirse. Aunque todas elevaron su PIB real al menos un 1% en comparación con la media de la UE, las diferencias son abismales: Murcia, Canarias y Baleares superaron el 4% de crecimiento, mientras Ceuta y Melilla apenas alcanzaron el 1%. Cantabria fue la región menos dinámica, con solo un 2,3%.
La brecha en renta per cápita también se mantiene y en algunos casos crece. Madrid sigue dominando con una renta más de un 37% superior a la media nacional, casi el doble que Andalucía. Cantabria, por su parte, tiene una renta un 9% inferior a la media, y su ralentización económica en los últimos años ha profundizado esta diferencia: de representar el 93,4% de la media en 2022, cayó al 91,3% en 2024.
Estas tendencias no son puntuales ni pasajeras. Desde 2000, Cantabria y otras regiones con rentas bajas como Ceuta, Melilla, Andalucía o Extremadura han visto poco avance real para reducir la desigualdad. Al contrario, las regiones más ricas crecen al mismo ritmo o más rápido, perpetuando el núcleo duro de la desigualdad en España. Este estancamiento es un claro reflejo del fracaso de la política regional española y europea para abordar estas desigualdades estructurales.
Desde hace dos décadas, los desequilibrios territoriales permanecen enquistados e incluso aumentan en casos concretos, sin señales claras de que se pueda revertir esta situación. Expertos y autoridades reconocen que la falta de voluntad política, o la dinámica de mercado, podrían estar detrás del problema, pero no hay soluciones fáciles a la vista.
Mientras las regiones más avanzadas mantienen su ventaja con crecimientos que superan la media, regiones como Cantabria luchan por no quedarse atrás con un crecimiento inferior que arrastra su renta per cápita hacia abajo. El riesgo es que este esquema se consolide, agravando la fractura económica y social dentro de España.
El último informe del INE reclama una reflexión urgente. Sin un cambio efectivo en las políticas de cohesión territorial, el mapa económico español seguirá marcado por un centro enriquecido y periferias estancadas.


































