Hace 250 millones de años la Tierra estuvo al borde del abismo: una extinción masiva eliminó hasta el 90% de especies marinas y el 70% de las terrestres, según el investigador del CSIC José T. López Gómez.
La catástrofe sucedió al final del periodo Pérmico, cuando el supercontinente Pangea acumuló calor bajo su superficie. En la actual Siberia, un gigantesco episodio volcánico expulsó gases tóxicos y dióxido de carbono que alteraron la atmósfera y los ecosistemas globales.
Según López Gómez, este evento fue “tan grande que casi hay que volver a poner el contador a cero”. El vulcanismo en un área de 7 millones de km², equivalente a Estados Unidos, desencadenó un ciclo destructivo que afectó océanos y continentes.
Los ecosistemas tardaron unos 5 millones de años en recuperarse, la recuperación más larga registrada tras una extinción masiva.
El libro ‘La vida al borde del abismo’ (CSIC-Catarata) también establece paralelismos inquietantes con el presente. El CO2, responsable entonces de la crisis, es hoy el principal motor del calentamiento global por la actividad industrial humana.
El calentamiento global ha alcanzado niveles récord: julio de 2023 fue el mes más caluroso en 120.000 años y el invierno de 2024 vuelve a romper marcas de temperaturas. El ritmo actual de pérdida de especies es 1.000 veces más rápido que en los procesos naturales, alertan expertos.
“Si hemos aprendido algo con la extinción del P-T es que no vamos por buen camino”, advierte López Gómez.
La emisión masiva de gases, que entonces vino de un gigantesco volcán y ahora de la industria, está cambiando la atmósfera con efectos irreversibles. El aumento de la temperatura media y la acidificación de los océanos son ya una realidad.
Conocer la mayor extinción de la historia es clave para entender la crisis climática actual. El llamado límite P-T marcó no solo el paso del Pérmico al Triásico, sino también el fin de una era geológica y el inicio de otra, tras una destrucción abrupta de la vida en el planeta.
El CSIC advierte que la dimensión temporal de los daños es fundamental: nuestras acciones humanas, rápidas y a gran escala, podrían repercutir en el planeta durante millones de años.
La historia geológica es una advertencia clara. A menos que se frenen las emisiones de gases como el CO2, la Tierra podría afrontar otro “borde del abismo”.


































