Facebook ha empezado a ofrecer a sus usuarios en Europa una opción de suscripción paga para usar la red social sin publicidad y con mayor privacidad de datos, una medida que busca responder a la creciente presión regulatoria sobre la protección de datos personales.
Desde hace meses, Facebook propone dos vías: seguir gratis y aceptar la explotación de datos para publicidad o pagar una cuota mensual de 5,99 euros. Sin embargo, esta oferta no se difunde con fuerza y su impacto económico es dudoso. Actualmente, la publicidad le genera a Facebook mucho más dinero que la suscripción: alrededor de 157 dólares por usuario al año en Estados Unidos y unos 80 euros en Francia. Pagar 72 euros anuales no compensaría ese ingreso.
La Comisión Europea cuestiona la medida y el mercado aún no parece listo para un Facebook de pago. Tomemos el ejemplo de YouTube, que con sus 2,7 mil millones de usuarios solo consigue 125 millones abonados a su opción sin anuncios.
Un giro tardío pero significativo
Facebook nació bajo la insignia “siempre será gratis”, una estrategia clave para atraer a millones que antes dudaban de las redes sociales. En aquel entonces, nadie pagaba por dar “me gusta” ni por interactuar con amigos o desconocidos. La gratuidad hizo que la plataforma creciera exponencialmente, impulsada por la llegada de la banda ancha y la fibra óptica, que facilitaron un acceso rápido y permanente.
Pero ahora, con la saturación y el creciente rechazo a la explotación de datos, la cultura digital está cambiando. Las generaciones jóvenes están más habituadas a pagar por servicios como Netflix o Spotify y podrían aceptar el modelo de suscripción si ofrece un espacio digital más privado. Sin embargo, el problema de fondo es que la base económica de Facebook sigue siendo la atención, el tiempo de pantalla y la adicción al scroll, no solo la publicidad visible.
La suscripción, entonces, representa más bien un modo de reducir las molestias visibles –como los anuncios– pero no libera al usuario de los algoritmos que regulan su experiencia y buscan maximizar su atención.
Facebook responde así a la presión legal y la crítica social, pero su modelo sigue condicionado por la dependencia de la publicidad. Sin una innovación clave o un cambio cultural radical que cambie la relación con la “gratuitidad” en la red, la opción de pago se mantendrá como un producto marginal.
En Francia, donde la publicidad digital es un mercado relevante y la protección de datos un tema sensible, esta apuesta de Facebook llega en un momento complejo para su reputación y rentabilidad. La pregunta no es solo si los usuarios aceptan pagar, sino cuánto valoran su privacidad y cómo están dispuestos a compensarla económicamente.
