Un radar automático instalado en la RN109, carretera que conecta la A750 con el oeste de Montpellier, generó una oleada de quejas de conductores al capturar cerca de 1.000 infracciones diarias.
El dispositivo está ubicado en Juvignac, a escasos 30-40 metros después de un letrero que reduce la velocidad de 110 a 90 km/h, un tramo con cambios rápidos de limitaciones (130, 110, 90 km/h) y una pendiente descendente que dificulta el ajuste rápido del conductor.
Los usuarios de la vía denunciaron un “trapaso a dinero” y un “radar trampa” que obliga a frenar bruscamente, lo que provocaba además riesgos de accidentes en cadena por el efecto “acordeón” en este tramo muy concurrido.
Denis, de 81 años, una de las víctimas frecuentes, criticó duramente la ubicación:
“En pocos metros pasas de 130 a 90 km/h y justo al llegar al radar te cazan, es solo para llenar las arcas”,
apuntó al medio Midi Libre.
La prefectura de Hérault defendió inicialmente el radar con un argumento de seguridad: desde su instalación en abril de 2025 no se registraron accidentes en la zona, versus 16 el año anterior.
Pero la presión popular y la crítica en redes sociales fueron decisivas. A partir del 25 de agosto, la autoridad local modificó la señalización en la RN109: un nuevo cartel limitando a 90 km/h se colocó 150 metros antes del radar, dejando el antiguo solo como recordatorio.
Esta medida busca dar margen para que los conductores reduzcan la velocidad y eviten multas injustas. Sin embargo, la RN109 mantiene riesgos por tráfico intenso y cambios frecuentes de velocidad.
Este caso ilustra la tensión entre la seguridad vial y la tolerancia ciudadana hacia sistemas de control, y cómo la movilización pública puede forzar cambios en la gestión de infraestructuras de tráfico.
