El Alzheimer es la forma más común de demencia y un nuevo caso se diagnostica cada 3 segundos a nivel mundial, alertó la Organización Mundial de la Salud. En México, la enfermedad es la segunda causa neurológica con más años vividos con discapacidad y la principal causa de muerte en mayores de 70 años. Sin embargo, entre el 50% y 70% de los pacientes llegan a diagnóstico en etapas moderadas o avanzadas.
Para cambiar este panorama, expertos resaltan la importancia de los biomarcadores como la beta amiloide y la proteína tau, responsables de las placas y enredos neuronales que caracterizan al Alzheimer. Tradicionalmente, para medirlos se usaban métodos invasivos como la punción lumbar o tomografías PET, caros y poco accesibles para la mayoría.
La revolución llegó con pruebas de sangre. En mayo de 2025, la FDA aprobó la prueba Lumipulse G pTau217/ß-Amyloid 1-42 Plasma Ratio, capaz de detectar con más del 90% de exactitud la presencia de placas amiloides en el cerebro. Los ensayos clínicos confirmaron resultados positivos en el 91.7% y negativos en el 97.3% comparados con PET o líquido cefalorraquídeo.
“Hoy sí podemos ir y que nos hagan una prueba de tau. Aunque siempre se recomienda cuando hay algún signo o síntoma”, explicó la Dra. Myriam Jiménez, directora médica de Biogen México. Pero el costo es un obstáculo: esta prueba puede costar hasta $1,450 dólares, lo que limita su acceso masivo.
Más allá del laboratorio, se exploran diagnósticos no invasivos a través del análisis de la retina, considerada una “ventana al cerebro” y biomarcadores digitales obtenidos por teléfonos inteligentes y dispositivos wearables para detectar cambios en conducta, sueño y lenguaje.
El reto es México
En México la gran barrera es llevar estas tecnologías al primer contacto médico para detectar Alzheimer temprano y reducir el subdiagnóstico. La Dra. Jiménez advirtió que todavía falta formación para diferenciar olvidos normales de síntomas de demencia.
“Queremos que estas pruebas lleguen a atención primaria porque ahí hacemos la diferencia en millones de personas”
Los biomarcadores podrían democratizar el diagnóstico, permitir tratamientos personalizados y mejorar la calidad de vida. Pero su impacto real depende de superar costos, capacitar al personal y establecer protocolos éticos para la detección temprana.
