La Organización de las Naciones Unidas (ONU) cumple 80 años profunda en crisis, atrapada en un bloqueo político entre sus principales potencias que paraliza su funcionamiento.
Desde su creación en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, la ONU buscaba garantizar la paz, resolver conflictos y proteger los derechos humanos. Hoy esos objetivos parecen cada vez más alejados.
La falta de consenso, especialmente en el Consejo de Seguridad, ha llevado a una parálisis total. Los cinco miembros permanentes –EE.UU., China, Rusia, Reino Unido y Francia– usan sus vetos cruzados para bloquear decisiones clave en crisis internacionales.
Este bloqueo es un gran obstáculo para que la institución, eje del multilateralismo, avance en reformas necesarias que democratizarían la toma de decisiones.
“El sistema de la ONU atraviesa una crisis de credibilidad, y no es seguro que los miembros tengan los recursos o la energía política para salvarlo”, advirtió Richard Gowan, analista del International Crisis Group.
El secretario general portugués António Guterres, quien termina su segundo y último mandato en 2026, reconoció la urgencia de revisar la organización para que cumpla de manera eficiente sus objetivos. “No es solo números en un balance, es cuestión de vida o muerte para millones en el mundo”, dijo.
El foco principal sigue siendo la reforma del Consejo de Seguridad, propuesta que sigue estancada. El Consejo tiene 15 miembros: 5 permanentes con veto y 10 no permanentes que rotan cada dos años sin reelección inmediata.
Desde 2005, el llamado Grupo de los Cuatro (G4) —Alemania, Japón, Brasil e India— propone expandir el Consejo a 25 miembros, con 11 permanentes incluyendo países de África, Asia-Pacífico, América Latina y Europa.
En respuesta, la coalición “Unidos por el Consenso” o “Coffee Club”, con países como Italia, España, Argentina, México y Canadá, defiende mantener los cinco miembros permanentes y ampliar los no permanentes a 22 con posibilidad de reelección.
El desacuerdo pone en evidencia que, a diferencia de la fundación de la ONU, no hay una gran crisis mundial que impulse consensos claros, sino un complejo juego político donde pocos quieren ceder poder, explicó Rafael Grossi, director general del OIEA y posible sucesor de Guterres.
En septiembre pasado, la Asamblea General aprobó el “Pacto por el Futuro” o “Agenda 2045”, que actualiza la Agenda 2030 y aboga por una ONU más representativa y democrática, aunque sin detalles ni compromisos concretos para reformar el Consejo de Seguridad.
Las operaciones de paz también enfrentan nuevos retos. Los cascos azules lidian con grupos armados sofisticados y conflictos más complejos. Además, persiste la falta de recursos para mantener esas misiones, alertó un informe encargado en 2024.
La ONU está desfinanciada y cuestionada. Pese a consensos parciales, no logra transformarse ni dotarse de recursos para cumplir el mandato para el que fue creada. Sin reformas concretas ni voluntad política, la institución enfrenta un futuro incierto al llegar a ocho décadas.
