El plan antiinflacionario del gobierno de Javier Milei se encuentra bajo un escrutinio implacable esta semana, al ponerlo en perspectiva con dos programas históricos que lograron estabilizar la economía argentina a pesar de contextos críticos: el Plan Austral (1985) y el Plan de Convertibilidad (1991). Ambas experiencias lograron resultados contundentes en la lucha contra la inflación y la recuperación económica, dejando una lección clave para la administración actual.
Antecedentes de éxito en estabilización económica
El Plan Austral, implementado durante el gobierno de Raúl Alfonsín y liderado por el economista Juan V. Sourrouille, logró reducir la inflación mensual de un 30% a 2,5% en pocos meses, aumentó las reservas del Banco Central a casi 6.230 millones de dólares, y recortó el déficit fiscal del 15% al 3,6% del PIB. Además, la economía creció un 4,4% en la segunda parte de 1985, generando un impacto positivo palpable para la sociedad.
Por su parte, el Plan de Convertibilidad lanzado durante el gobierno de Carlos Menem con Domingo Cavallo al frente del equipo económico, redujo la inflación anual de un 171% en 1991 a apenas un 4,2% en 1994, mientras la economía crecía a un ritmo sostenido de más del 5% anual. Esta doble combinación de inflación bajo control y crecimiento económico fue vital para fortalecer la confianza ciudadana y política en ambos procesos.
Milei, entre viejos fantasmas y nuevos desafíos
El gobierno mileísta encara un desafío complejo que va mucho más allá de la pura economía: la gobernabilidad democrática y el respaldo político son elementos críticos que faltaron en las etapas iniciales de sus predecesores. Alfonsín y Menem, ambos líderes con trayectorias políticas sólidas y experiencia en diálogo con sectores diversos, contaron con estructuras partidarias robustas que facilitaron sostener los planes a largo plazo. En cambio, la actual administración parece aún buscar ese soporte fundamental.
Además, los planes Austral y de Convertibilidad no fueron resultado de inicios exitosos sino de fracasos previos. El equipo de Sourrouille tomó el mando luego de la caída del ministro Bernardo Grinspun, y Cavallo fue designado tras el fracaso del Plan “Bunge & Born”. Ambos proyectos se lanzaron cerca de un año y medio después de la asunción presidencial, confirmando que la consolidación de un plan antiinflacionario efectivo requiere tiempo, ajustes y determinación.
Un economista atento y expectante detrás de escena
En el gabinete mileísta circulan rumores sobre la presencia de un economista que conoce en profundidad los planes históricos argentinos, tanto por su formación académica como por herencia familiar. Según allegados, este funcionario observa con paciencia el desarrollo del plan y trabaja en un eventual giro capaz de sacar al gobierno del callejón donde se ha metido. Desde sus oficinas en la Avenida Roque Sáenz Peña, contempla el vaivén político mientras se prepara para actuar.
Qué esperar en los próximos días
El 26 de octubre se perfila como una fecha clave para evaluar el respaldo político y social que logrará el gobierno de Milei frente a sus antecesores desde la vuelta a la democracia. La opinión pública y los mercados esperan señales claras de que el plan antiinflacionario podrá consolidar una caída sostenida de los precios sin sacrificar el crecimiento, algo que ya lograron los históricos planes pero con bases muy diferentes.
Mientras tanto, la historia argentina vuelve a enseñar que no basta con tener el mejor plan económico para combatir la inflación, sino que es indispensable contar con un soporte político firme y una gobernabilidad democrática sólida. El desafío, sin dudas, es mayúsculo para el actual gobierno, que debe navegar un escenario complicado y con un reloj financiero implacable.
Conclusión
El legado del Austral y la Convertibilidad ofrece un espejo incómodo para el plan antiinflacionario de Milei: grandes éxitos de corto plazo, seguidos por crisis profundas que quedan pendientes para futuras evaluaciones. Por ahora, la comparación pone luz sobre dónde está parado el actual gobierno y cuánto camino resta para estabilizar la economía nacional y, sobre todo, para recuperar la confianza ciudadana.
Queda en claro que en la política económica argentina, “no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar”, como decía la canción ranchera que inspira a más de uno en el corazón del poder.
