En México crece un fenómeno silencioso que empieza a cambiar las reglas del marketing digital: la des-influencia. Ya no basta con imágenes perfectas ni viajes lujosos, los usuarios —especialmente Millennials y Gen Z— están cansados de la falsa perfección que saturaba las redes sociales.
Según expertos en marketing, 7 de cada 10 usuarios en México prefieren la opinión de un amigo o de un microcreador local sobre un influencer con millones de seguidores. La razón va más allá de la comercialización: se trata de una búsqueda de autenticidad y cercanía, frente a un consumo masivo que genera fatiga digital y baja confianza.
El desgaste emocional provocado por esta “vida perfecta” que circula en redes no solo afecta a los seguidores, sino también a los propios creadores. Muchos confesaron sentirse atrapados en la necesidad constante de validación, comparar sus vidas y mantener imágenes irreales. Esto derivó en problemas de ansiedad, burnout y creatividad forzada.
Pero no solo los creadores sufren. Los consumidores se exponen a comparar sus realidades con escenas editadas, lo que incrementa inseguridad y estrés invisible en un país donde hablar de salud mental sigue siendo un tabú.
El CEO de RM Your Marketing Partners, Ronald Meneses, señala un giro importante: las marcas que inviertan en microcreadores auténticos ganarán más terreno. Estos creadores no muestran solo glamour, sino experiencias concretas y reales, desde consejos de finanzas personales hasta recetas caseras que conectan emocionalmente con su audiencia.
“Nuestro cerebro no recuerda datos, recuerda historias. La autenticidad genera confianza y reduce la disonancia cognitiva,” explica Meneses.
Esto representa un cambio radical en el marketing digital, donde el futuro no será para los más ruidosos, sino para los más genuinos. Las campañas que incorporen vulnerabilidad y realismo no solo construirán relaciones duraderas, sino que también promoverán el bienestar emocional tanto de creadores como consumidores.
Así, la era de la des-influencia apunta a un marketing más humano, menos máscara y más verdad, en un entorno saturado de innumerables filtros y vidas de ensueño que pocos pueden alcanzar.
Este cambio es especialmente relevante para México, donde la conversación sobre salud mental está apenas empezando a abrirse. La des-influencia no anuncia el fin de las redes sociales, sino una evolución hacia una comunicación más auténtica y responsable.
