En menos de un mes, la selección italiana de voleibol ha escrito una página dorada en la historia deportiva del país tras alzarse con dos títulos mundiales consecutivos: primero el femenino el 7 de septiembre y ayer la selección masculina, liderada por el técnico Fefè De Giorgi, que defendió con éxito su corona del Mundial 2022 gracias a una final contundente ante la Bulgaria (3-1) en Filipinas.
El regreso triunfal de Italia al trono mundial
Este doble éxito es el punto culminante de un trabajo sistemático y sólido desarrollado en la última década, que se ha reflejado especialmente en la calidad dominadora del voleibol juvenil italiano y en la renovación completa del grupo adulto comenzada en 2021 tras los Juegos Olímpicos de Tokio. La generación actual es un equipo más joven pero afinado, que ha vuelto a situar a Italia en la élite mundial, con la única caída significativa siendo el cuarto puesto en los recientes Juegos Olímpicos.
El factor clave de este ciclo ha sido la constancia. Mientras que potencias como Francia —últimas campeonas olímpicas pero desaparecidas temprano en este Mundial— y Polonia, que no logró superar la semifinal, tienen altibajos marcados, Italia ha mantenido un rendimiento casi impecable en fases eliminatorias, consolidando su estilo con un juego de alto nivel técnico y mental.
La semifinal contra Polonia, una muestra de temple y estrategia
El choque en semifinales con Polonia era la verdadera prueba de fuego, enfrentando a los actuales campeones olímpicos, aunque afectados por ausencias de peso como Janusz, Bieniek y Kurek (que se lesionó justo antes del partido). La victoria por 3-0 fue una exhibición de servicio agresivo y recepción sólida; Italia sumó 7 aces en tres sets, con seis jugadores aportando, frente a solo tres de Polonia, que tenía entre sus armas a Huber.
Jugadores como Balaso y Michieletto se destacaron en defensa con una recepción perfecta cercana al 32%, un nivel superior que aseguró el control de la segunda línea ante las dificultades de sus compañeros más jóvenes en ataque, como Bottolo. Este último, a pesar de un rendimiento irregular (3/17 ataques), fue clave con tres puntos decisivos en los momentos tensos gracias a su compostura.
El entrenador De Giorgi desplegó creatividad, incluyendo la entrada de Francesco Sani, un jugador de 2002 con un saque demoledor, que marcó la diferencia con tres servicios directos consecutivos que sentenciaron el segundo set. En momentos complejos, Italia resistió la fuga de Polonia, apoyándose en la defensa colectiva y la capacidad de Giannelli para mantener la calma y creatividad bajo presión.
Bulgaria, la revelación y finalista inesperado
La final contra Bulgaria fue un duelo titánico entre la favorita y una escuadra que sorprendió al mundo. Esta selección balcánica, con la dirección técnica del ex entrenado italiano Gianlorenzo Blengini, floreció gracias al talento de los hermanos Nikolov: el joven armador Simeon y el explosivo opuesto Alexander, que juegan en Italia y lideraron remontadas increíbles, como la épica en cuartos contra Estados Unidos tras ir 0-2 abajo.
El esquema planteado por Blengini apostaba por un juego rápido y agresivo, con tres atacantes en la cancha que desbordaban por velocidad y versatilidad. Bulgaria logró ganar un set y dominó varios parciales, pero careció del apoyo necesario para mantener un nivel que obligara a Italia a otra final más larga.
Yuri Romanò: el alma del campeonato
El protagonista indiscutible para Italia fue el opuesto Yuri Romanò, quien tuvo un torneo impecable. Romanò se destacó en semifinal y final, con una efectividad increíble en ataque (16 puntos en 23 intentos en la final) y aportes en todos los fundamentos, incluyendo una impresionante racha de 5 aces que decidió el segundo set contra Bulgaria.
Romanò ha evolucionado de ser un jugador de capacidad clásica en ataque diagonal a uno versátil que también domina la paralela y el juego de manos en el muro, fundamentales para desequilibrar los bloques rivales. Su crecimiento ha sido clave en este ciclo ganador y fue el motor cuando el equipo atravesó momentos complicados.
A pesar de la irregularidad de la recepción italiana en la final, especialmente en torno a los puestos 4, la potencia del saque y el control de los momentos decisivos terminaron por derribar a Bulgaria, que fue incapaz de sostener la estabilidad durante los rallies más largos.
La profundidad y renovación garantizan el presente y futuro
Este título reafirma también la profundidad del plantel. Alemania destacó la entrada de Luca Porro, un joven de 2004 que aportó estabilidad inmediata en el tercer set cuando sustituyó a Bottolo, y la importancia de jugadores veteranos como Simone Anzani, quien firmó el punto decisivo y demostró estar aún en forma a sus 33 años tras superar problemas cardíacos que lo apartaron años atrás.
La capacidad de De Giorgi para mezclar juventud y experiencia con un estilo intenso y táctico garantiza que Italia pueda mantenerse en el podio mundial mientras otros equipos atraviesan ciclos más irregulares. El liderazgo de Simone Giannelli, que tras ganar la Champions League en mayo agregó este Mundial a su palmarés, es fundamental como base para este proyecto.
Italia escribe historia y reafirma su dominio
Con esta doble corona masculina y femenina, Italia no vivía un dominio semejante en el voleibol desde la era de la Unión Soviética en las décadas de 1950 y 1960, cuando las dos selecciones ganaron Mundiales simultáneamente (1952 y 1962). El actual modelo, que conjuga renovación y constancia, refleja un fenómeno que solo se explica con años de planificación y talento explotado de forma colectiva.
La edición bianual del Mundial, reciente cambio de la Federación Internacional (FIVB), ha generado debates sobre la relevancia del torneo, pero para Italia esta nueva generación de “fenómenos” ya superó cualquier crítica y marcó un ciclo dorado, con De Giorgi sumando un segundo Mundial como entrenador tras haber ganado tres como jugador.
Mientras la federación celebra, el mundo del deporte observa a Italia reeditar una hegemonía que se creía perdida, con una inyección de energía joven y resiliencia que marca el futuro del voleibol mundial.
