La gastronomía peruana lidera el reconocimiento mundial con chefs como Gastón Acurio, Virgilio Martínez y Mitsuharu Tsumura, cuyos restaurantes figuran entre los mejores del mundo. Desde finales del siglo XX, Perú pasó de ignorar su cocina a ser nombrado doce veces Mejor Destino Culinario desde 2012.
Sin embargo, esta explosión gastronómica oculta una realidad muy distinta: más de la mitad de la población, 17,6 millones de peruanos, enfrentan inseguridad alimentaria moderada o severa. El contraste es brutal, con 43,7 % de niños menores de tres años con anemia y 12,1 % con desnutrición crónica.
Este fenómeno, llamado “boom gastronómico”, fue impulsado por chefs formados en el extranjero que rescataron ingredientes y técnicas ancestrales, consolidando así un orgullo nacional que reemplazó narrativas de crisis y violencia. Pero, a la vez, las comunidades indígenas que preservaron esos saberes no reciben reconocimiento ni compensación justa.
Productos tradicionales como el cuy, base de la dieta andina, ahora se transforman en platos exclusivos con precios inaccesibles para las propias comunidades originarias. La gastronomía de élite refleja una apropiación cultural que separa el prestigio de sus raíces indígenas.
Eventos como la “Copa Mundial del Desayuno” organizada por el influencer español Ibai Llanos en 2024 demostraron el alcance global de la cocina peruana, con el pan con chicharrón ganando popularidad. No obstante, esta celebración contrasta con la falta de acceso a alimentos básicos para millones en Perú.
El movimiento también debe confrontar un dilema: ¿cómo celebrar la cocina nacional cuando más de la mitad de la población sufre hambre? El “gastronacionalismo” que une en el orgullo en Lima y el extranjero corre el riesgo de invisibilizar a quienes realmente crearon la riqueza culinaria.
Organizaciones como Apega y eventos como Mistura han sido clave para proyectar la cocina peruana, pero el desafío es grande en un país donde las desigualdades estructurales persisten desde la colonización en 1532 y se reflejan en la mesa.
Mientras los chefs reciben premios internacionales y los restaurantes estrellas brillan, la mitad de los peruanos comen a diario con incertidumbre. Esa brecha invita a un debate urgente sobre la equidad en la valoración y distribución del alimento y la cultura que celebra al Perú en el mundo.
