La ministra de Cultura de Montenegro, Tamara Vujović, está bajo fuego tras meses de silencio ante denuncias de destrucción del patrimonio y favoritismo político.
Especialista en medicina física, Vujović ha sido acusada de aplicar una “anestesia total” a la cultura nacional, ignorando daños a iglesias, sitios arqueológicos y normas legales. Mientras se destruye el legado cultural, su ministerio respalda la entrega de premios a figuras controvertidas y no actúa ante violaciones flagrantes.
El caso más polémico involucra el traslado y colocación del monumento al comandante Pavle Đurišić en el Manastir Đurđevi stupovi, un sitio protegido. Aunque la ministra prometió que el estado no permitiría símbolos que ofendan víctimas o la historia, el monumento sigue en pie y la Inspección para la Protección del Patrimonio, dependiente de su ministerio, no ha actuado.
En contraste, se removieron rápidamente otros monumentos controvertidos, como el de Jusuf Čelić y el llamado “Njunjo”, un símbolo hercegnovense. La doble vara de medir agudiza las críticas sobre su gestión.
Otro foco de tensión es la entrega de la prestigiosa Trinaestojulska nagrada. La ministra evitó responsabilidad alegando un proceso independiente, pero la falta de transparencia y filtraciones han generado desconfianza. La comisión encargada no aprobó actas ni llegó a consenso, sin embargo el Gobierno validó la lista bajo el respaldo tácito del ministerio.
Además, el caso del estatus de destacado creador cultural otorgado a Milutin Mićović, quien ha negado el identidad montenegrina, insultado minorías y apoyado públicamente a Đurišić, ha generado más polémica. Según la propia normativa ministerial, el premio no debería haberse entregado a alguien con “conducta indigna hacia Montenegro” ni a quien defiende símbolos divisivos, pero Vujović no se ha pronunciado al respecto.
Funcionarios y expertos culturales han renunciado, cansados del “blanco comodín” y la falta de respuesta oficial. La ministra responde a críticas desviando el tema hacia supuestas “divisiones étnicas” para justificar decisiones arbitrarias.
Con estas acciones, el Ministerio de Cultura y Medios de Montenegro está perdiendo autoridad y dejando que la protección del patrimonio se convierta en un campo de batalla político donde prima la impunidad y la desidia.
La gestión de Tamara Vujović evidencia una profunda crisis institucional que amenaza la preservación del legado nacional en uno de los países con mayor diversidad cultural de los Balcanes. Mientras el tiempo pasa, el patrimonio sigue en riesgo y la cultura queda relegada a un segundo plano en medio de intereses partidistas.
