China intensifica su control sobre la red con una nueva campaña anticrisis emocional y un sistema de identificación digital obligatorio que amenaza la libertad online.
En septiembre, la Administración del Ciberespacio de China (CAC) desplegó una operación de dos meses llamada “Limpiar y aclarar, rectificar la incitación maliciosa a emociones negativas”. La campaña apunta a borrar de Internet cualquier mensaje que exprese negatividad, desesperanza o actitudes nihilistas. Discursos como “estudiar no sirve”, “trabajar no vale la pena” o el fenómeno social conocido como “quedarse acostado” están ahora prohibidos.
La CAC justifica esta ofensiva como un intento de “rectificar emociones negativas” para crear un espacio digital “más civilizado y racional”. Las redes sociales, plataformas de streaming y videos cortos, incluyendo gigantes como Weibo, Kuaishou y Xiaohongshu, han recibido sanciones por permitir contenido “nocivo” o pesimista.
Entre los afectados están influencers con postura crítica, como el tutor Zhang Xuefeng, censurado y limitado en sus emisiones, y el creador de contenido Hu Chenfeng, cuyos posts sobre desigualdad fueron borrados.
Paralelamente a esta campaña, el gobierno chino ha implementado un nuevo sistema de identificación en línea que usa la tarjeta de identidad y el reconocimiento facial para registrar a cada usuario. Este “código internet” y “certificado internet” permitirán a las autoridades controlar en tiempo real la actividad de cada internauta en múltiples plataformas con un solo acceso.
Oficialmente es un procedimiento “voluntario” para agilizar el uso de servicios y proteger datos, pero se espera que se vuelva obligatorio. Expertos denuncian que este sistema concentra la vigilancia estatal y elimina completamente el anonimato digital, facilitando la persecución y sanción de cualquier disidencia.
La medida suma otra capa al vasto ecosistema de control en China: reconocimiento facial masivo, base de datos policiales, videovigilancia y un aparato estatal de monitoreo que puede cerrar cuentas o detener personas en un solo clic.
Activistas y expertos alertan sobre riesgos crecientes de abuso y vulnerabilidad ante hackers o la policía estatal tras la filtración en 2022 de datos personales de más de mil millones de chinos. Además, esta censura se extiende incluso a criticar el propio control, como muestra la suspensión de la profesora de derecho Lao Dongyan por comparar el sistema con un “dispositivo de vigilancia permanente”.
Mientras tanto, la juventud china, víctima de un mercado laboral deprimido y perspectivas bloqueadas, busca formas creativas de esquivar la censura usando códigos y emojis para comunicarse. Sin embargo, la vigilancia con inteligencia artificial avanza para detectar estos esquemas.
El Partido Comunista refuerza así su monopolio del discurso: no acepta que se diga que las cosas van mal. Esta campaña apunta no solo a controlar la información, sino a moldear la percepción social evitando conflictos y descontentos reales.
