Javier Milei está obligado a reinventar su gobierno en medio de una crisis política y financiera que se intensifica justo antes de las elecciones del 26 de octubre.
El dólar y el riesgo país suben mientras la confianza de los mercados cae sobre el programa económico libertario. La inflación, que Milei había prometido controlar, sigue afectando la vida cotidiana de los argentinos y debilita su aceptación electoral.
Aunque el respaldo explícito de Donald Trump brinda cierto alivio para frenar la fuga de dólares, no logra impactar directamente en la percepción de los votantes. El Gobierno ya tuvo que pedir un segundo salvataje financiero este año, sumado al crédito de refinanciación con el Fondo Monetario Internacional.
Antes de la llegada del apoyo estadounidense, el ministro Luis Caputo intentó una maniobra de emergencia eliminando retenciones por unas horas. Esta medida, que favoreció principalmente a grandes exportadoras de granos, generó rechazo en productores agropecuarios y pone en duda si Milei pagará un costo político en esas zonas clave.
En el plano político, Milei enfrenta un aislamiento creciente. Su estrategia de confrontar frontalmente al resto de la clase política, desde el kirchnerismo hasta gobernadores provinciales, le dejó sin aliados y con rivales que recuperan terreno. Estas fuerzas, que prometían una caída segura, ahora buscan consolidarse y disputar poder local, con discursos que resaltan la defensa de los derechos sociales afectados por el ajuste económico libertario.
Las acusaciones por corrupción, como las vinculadas a compras de medicamentos para discapacitados, golpean la imagen de candidatos libertarios como José Luis Espert, mientras el oficialismo no tiene una respuesta contundente.
Hasta ahora, las elecciones provinciales previas a las generales solo mostraron triunfos de líderes locales opositores, salvo la derrota de Jorge Macri. Eso alimenta la expectativa de que Milei podría sufrir un desgaste importante si parte de su electorado prefiere proteger a gobernadores y alcaldes antes que a sus listas.
A pesar de haber prometido arrasar, Milei ofreció abrir negociaciones tras perder la provincia de Buenos Aires, pero fue rechazado. Nadie quiere aliarse con un presidente que aún parece tener rivales poderosos sin definir un claro ganador.
El kirchnerismo, aunque fragmentado, sigue apostando a un choque directo con la gestión libertaria. La pelea política se promete dura, sin espacio para medias tintas. Milei, por su parte, buscó concentrar la oposición no kirchnerista bajo su liderazgo absoluto, estrategia que generó una reacción defensiva en varios distritos.
El futuro del sistema político argentino podría reconfigurarse en un escenario donde ni el kirchnerismo ni Milei tengan hegemomía clara, y donde una fuerza intermedia emergente, como la de Provincias Unidas, podría ser clave para avanzar en reformas estructurales y leyes.
Los mercados siguen siendo una amenaza constante para el gobierno. No basta con el argumento de que temen un retorno kirchnerista; la falta de confianza en el programa económico de Milei es tangible y acelera la presión sobre la moneda y la economía real.
Con las urnas todavía por abrirse, el ambiente político y financiero obliga a Milei a decidir rápido cómo manejar la crisis política y económica. La estabilización del peso, la capacidad de negociar con sectores claves y la respuesta electoral definirán si su gobierno logra sostenerse o queda marcado por una derrota que condicionará su futuro inmediato.
Las próximas semanas serán clave para ver si Milei puede evitar un colapso político y financiero que hoy parece cada vez más probable.
