Catalina Hornos es psicopedagoga y madre de 11 hijos, 7 de ellos adoptivos, que vive y trabaja hace casi 20 años acompañando a familias vulnerables del norte argentino.
Desde Haciendo Camino, la organización que fundó, pelea contra la desnutrición infantil en provincias como Santiago del Estero, Chaco y Salta. Allí, las condiciones son durísimas: el 60% de las familias viven en hacinamiento, el 78% de los niños no tienen sus controles médicos al día y el 57% enfrenta inseguridad alimentaria, que disparan la desnutrición y afectan el desarrollo infantil.
Haciendo Camino tiene 14 centros y más de 200 empleados, además de una red de 100 voluntarios. La organización interviene en los primeros años de vida de los niños con acompañamiento integral, talleres de salud, estimulación temprana y formación para madres, buscando romper el círculo negativo de pobreza y malnutrición. Cada niño tiene un padrino que financia su tratamiento.
La historia personal de Hornos pasó de dar orientación vocacional a jóvenes en riesgo a convertirse en madre adoptiva de siete chicos provenientes de entornos violentos y de extrema pobreza. “Llegaban con miedo, escondían comida por no saber cuándo tendrían la próxima. Algunos peleaban con cuchillos”, relató. Hoy, junto a su marido y su familia ensamblada, cría a once hijos entre Buenos Aires y el norte del país.
“Me di cuenta de que esa mamá no sabía cómo cuidar a su hija, no por falta de amor, sino por falta de herramientas”
Su compromiso nació tras una experiencia dolorosa: una bebé con desnutrición severa murió al recibir leche diluida por desconocimiento de su madre. Este episodio la llevó a involucrarse en profundidad con las problemáticas sociales y sanitarias más graves del norte argentino.
Hornos afirma que la desnutrición infantil es una condición compleja, agravada por la edad temprana, duración y severidad. Explica que los daños en el cerebro por falta de nutrición y estimulación en los primeros años suelen ser irreversibles, lo que limita el aprendizaje y las oportunidades de esos chicos para toda la vida.
La dinámica de criar a once hijos exige una atención emocional constante y diversa: “No es lo mismo lo que necesita un bebé que un adolescente. Muchos de ellos vienen con historias traumáticas. El desafío es enseñarles a relacionarse desde el respeto y resolver conflictos sin reproducir la violencia que vivieron”, señala.
Este trabajo no solo es emocionalmente demandante sino también logísticamente complejo. Hornos combina sus tareas con la organización de Haciendo Camino, la cual no solo ofrece acompañamiento sino que también mejora las condiciones habitacionales instalando baños, paneles solares y tapando tanques de agua.
“No cambiamos el país de un día para otro pero sí podemos cambiar la historia de alguien. Eso me da fuerzas para seguir“, concluye Hornos, que sigue en la primera línea de un problema que para muchas provincias del norte argentino es una deuda pendiente de la agenda pública.
