China inició un proyecto para sumergir centros de datos en el mar frente a Shanghái con el objetivo de resolver el problema del sobrecalentamiento y reducir el consumo energético. La empresa Highlander está construyendo una gran cápsula amarilla equipada con servidores que se sumergirá a mediados de octubre.
Estas instalaciones submarinas buscan aprovechar el agua marina para refrigerar los servidores, lo que permitiría ahorrar alrededor del 90% de la energía que se usa actualmente en sistemas de enfriamiento tradicionales. Según Yang Ye, vicepresidente de Highlander, esta tecnología es una apuesta clara para reducir la huella de carbono de los centros de datos en medio del aumento global en demanda, impulsada por el crecimiento de inteligencia artificial.
El proyecto tiene el respaldo del gobierno chino, que ya destinó 40 millones de yuanes (unos 5,62 millones de dólares) a un programa similar en la provincia de Hainan. El grupo de servidores sumergidos atenderá a proveedores clave como China Telecom y otras empresas públicas enfocadas en IA.
Esta no es la primera experiencia con centros de datos submarinos: en 2018, Microsoft probó la tecnología en la costa de Escocia, pero nunca la llevó a escala comercial. De hecho, tras recuperar su cápsula en 2020, Microsoft señaló que el proyecto fue un éxito experimental pero no se replicó.
Expertos como Shaolei Ren, de la Universidad de California, Riverside, advierten que para que estas instalaciones se desplieguen masivamente deben superarse desafíos técnicos y ambientales importantes. Aún no está claro cuál será el impacto ecoturístico o las dificultades de mantener servidores bajo agua a largo plazo.
Sin embargo, China avanza rápidamente gracias a subvenciones estatales y a la fuerte presión para hacer sustentable la infraestructura tecnológica que soporta internet, especialmente con la explosión del uso de IA. Esta prueba en Shanghái será una de las primeras comerciales en el mundo y un laboratorio clave para evaluar la viabilidad real de los centros de datos submarinos.
Este experimento responde a una necesidad global: el consumo energético de los centros de datos se disparó en los últimos años, complicando los objetivos de reducción de emisiones. Si la estrategia funciona, podría cambiar la forma en que se diseñan y administran los datos digitales a nivel mundial.
