La COP30 comenzará del 10 al 21 de noviembre en Belém, Brasil, con el desafío de juntar a los países para mantener la lucha contra el cambio climático, pero llega marcada por bajas confirmaciones y tensiones económicas.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva insiste en celebrar la cumbre en Belém, en plena Amazonia, pese a problemas logísticos y la pobreza de la ciudad, que tendrá que recibir a 50.000 delegados entre negociadores, activistas y expertos. Para aliviar la presión se realizará una cumbre preliminar el 6 y 7 de noviembre.
Hasta ahora, pocos mandatarios confirmaron asistencia: destacan Colombia y Sudáfrica. El Reino Unido estará representado por el príncipe Guillermo, y Austria ya anunció su baja por el alto costo de hoteles, algo que también pone en dudas la presencia de países pobres y ONGs.
Lula invitó al papa León XIV pero este no podrá asistir por “compromisos previos”, según declaró el presidente en Roma, donde se reunió con él hace poco. Países como Gambia, Cabo Verde y hasta Japón anticipan que reducirán sus delegaciones, mientras Brasil rechaza trasladar la COP a ciudades más grandes como Río de Janeiro.
En la tradicional “pre-COP” que se abrió este lunes en Brasilia con 67 países, el secretario ejecutivo de cambio climático de la ONU, Simon Stiell, pidió “avanzar más” en los acuerdos y en la implementación de soluciones que ya están en vigor, porque para esta edición no se esperan grandes novedades.
Expertos y activistas advierten que la COP30 mostrará pocas ambiciones nuevas. Marta Torres-Gunfaus, del think tank francés IDDRI, señaló que no habrá titulares grandes como en ediciones pasadas. El foco será aplicar lo acordado frente a la crisis climática que sigue profundizándose.
Respecto a la financiación, André Correa Lago, presidente de la COP30, reconoció que la brecha entre promesas y necesidades se mantiene amplia: “Hay pedidos múltiples y promesas limitadas”. Una fuente diplomática latinoamericana dijo a AFP que no hay señales claras de cierre en esa brecha. La ONG Demand Climate Justice denuncia también “profunda desconfianza entre países ricos y pobres”.
La COP29 del año pasado comprometió a países desarrollados a aportar 300.000 millones de dólares anuales para 2035, lejos de lo que se requiere para enfrentar los daños climáticos.
Lula reafirmó su compromiso con acabar la deforestación para 2030 pero defiende la exploración petrolera frente a la Amazonia, prometió hacer una “COP de la verdad”. Mientras tanto, la Unión Europea no logró cerrar nuevo objetivo de reducción para 2035 y China mantiene sus metas mínimas.
Estados Unidos probablemente no enviará delegación, tras que su presidente anterior calificara el cambio climático de “la mayor estafa de la historia” en la ONU. Lula contó que habló por teléfono con Donald Trump para convencerlo a asistir y “ver la Amazonia querida por el mundo”.
Con la crisis climática agravándose – dos años consecutivos con récords de temperatura y fenómenos extremos – la COP30 queda en medio del descrédito y la dispersión global, con pocos líderes y recursos limitados. El foco será en el trabajo técnico y no en anuncios espectaculares.
