Estados Unidos continuó esta semana su ofensiva contra el narcotráfico en el Caribe con un nuevo operativo que terminó con la destrucción de una presunta narcolancha y la muerte de tres traficantes, según fuentes oficiales.
El operativo fue supervisado por el Departamento de Guerra de EEUU y autorizado por el presidente Donald Trump, dentro de una campaña que se intensificó en septiembre y ya suma más de 70 narcotraficantes abatidos y 18 embarcaciones interceptadas en la región.
El secretario del Departamento de Guerra, Pete Hegseth, dejó en claro la férrea postura estadounidense:
“Si continúan traficando drogas letales, los mataremos”
dijo en un mensaje directo destinado a los narcotraficantes que intentan vulnerar las fronteras norteamericanas.
La zona del Caribe se ha convertido en un punto clave en esta guerra marítima y estratégica. Las Fuerzas Armadas desplegaron una flota robusta que incluye buques de guerra, cazas F-35 y el portaaviones USS Gerald R. Ford, buscando frenar el flujo de drogas y demostrar poderío militar en una región con alta tensión geopolítica.
En paralelo, la tensión entre Washington y Caracas se agravó. Nicolás Maduro, acusado por EEUU de narcotráfico, denunció que estos operativos son un castigo político para desestabilizar su gobierno. Sin embargo, Estados Unidos mantiene la presión con maniobras militares cercanas a las costas venezolanas y un enfoque claro en desmantelar estas redes ilegales.
La guerra al narcotráfico no solo golpea a las organizaciones criminales, sino que alimenta tensiones internas en varios países latinoamericanos, que funcionan como corredores o se ven implicados por presuntas complicidades.
Esta operación subraya la escalada militar y política en el Caribe relacionada con la lucha estadounidense contra el tráfico de drogas, en un momento en que la región se vuelve un tablero complicado entre narcotráfico, poder militar y rivalidades diplomáticas.


































