El girasol volvió a ser protagonista en la rotación agrícola argentina con un aumento del 40% en la superficie sembrada, alcanzando unas 24.000 hectáreas dentro de las 72.000 hectáreas totales de ADBlick Granos este año. Este avance responde a una mejora genética que permite combatir enfermedades como phomosis y mildiu, problemas que antes limitaron su expansión.
Alejandro Elsztain, empresario y gerente de producción de ADBlick Granos, calificó la decisión como estratégica y crítica para no perder terreno en el mercado global. Los nuevos híbridos, mayoritariamente de alto oleico, aseguran un mayor premio en precio gracias a la calidad y contenido de aceite sin afectar el rendimiento.
El girasol destaca además por su resistencia al estrés hídrico. Puede mantener rendimientos estables en años secos, lo que lo convierte en una opción más segura frente a cultivos que sufren con la falta o exceso de agua. La clave está en elegir correctamente el momento de siembra y manejar el lote según el potencial de cada ambiente.
La compañía implementa tecnología de precisión para siembras variables y ajustes de densidad, además de análisis previos de nitrógeno para evitar sobredosificaciones y mejorar la eficiencia. Este manejo técnico marca la diferencia en un cultivo que tradicionalmente recibe poca inversión y que requiere un inicio parejo y sólido para ser rentable.
A pesar de la expansión, quedan retos importantes: recuperar el conocimiento perdido en zonas donde el girasol fue desplazado, expandir la superficie sin sacrificar eficiencia y fortalecer la cadena para atraer inversión industrial y comercial. “Me dolería que otra vez perdamos la oportunidad”, dijo Elsztain sobre el futuro productivo de Argentina.
El girasol, con genética moderna y manejo tecnificado, aparece como una herramienta clave para diversificar cultivos, mejorar suelos y aportar estabilidad productiva a largo plazo. Argentina busca recuperar su lugar en el mercado mundial aprovechando estos avances.
