El régimen nazi exterminó a más de 200.000 personas con discapacidades físicas y mentales entre 1939 y 1945, destacaron estudios y archivos judiciales de Nuremberg.
Este plan de asesinato en masa, conocido como Aktion T4, comenzó con propaganda ofensiva que justificaba eliminar “vidas indignas”. Un afiche de 1937 reclamaba el “coste” de mantener enfermos hereditarios: 60.000 reichsmarks. Eso, decían, era “tu dinero también”.
Los objetivos eran personas con enfermedades mentales, discapacidades congénitas, ceguera, sordera o defectos físicos. Médicos debían reportar recién nacidos con “malformaciones” y niños con “imbecilidad”. Los casos eran evaluados en Berlín y enviados a clínicas donde los mataban mediante inanición o dosis letales de Luminal, un sedante que causaba paro respiratorio.
Desde marzo de 1941 el gobierno alemán dejó de pagar subsidios a niños discapacitados. En septiembre ordenó separarlos de sus familias si los padres se negaban a entregarlos. Para los ancianos, decían que la inanición era lenta y cambiaron a gasearlos con Zyklon B, el mismo gas usado para el Holocausto. Esta sustancia la fabricaban compañías químicas que empleaban a prisioneros esclavos en su producción.
La “higiene racial” surgió del darwinismo social y la eugenesia de finales del siglo XIX, liderada por Francis Galton, pariente de Darwin. La psiquiatría y el derecho legitimizaban estos crímenes. El jurista Karl Binding promovió la idea de que algunas vidas eran “sin valor”, base teórica para justificar los asesinatos.
Durante el régimen nazi, el Ministro de Justicia Freisler y el Presidente del Senado Klee debatieron si matar “vidas indignas” requería ley formal o si bastaba la “norma” jurídica moderna. Freisler defendió el asesinato como legal sin necesidad de ley explícita.
Binding fue rector de la Universidad de Leipzig y referente penal hasta que en 2010 le retiraron el título de ciudadano ilustre por su rol precursor del Holocausto.
El genocidio de personas con discapacidad demuestra la brutalidad a la que puede llegar un fanatismo supremacista. La historia sigue planteando preguntas urgentes:
¿Dónde están hoy los juristas y tribunales para proteger a los más vulnerables?
Este capítulo oscuro de la historia nazi no solo documenta una masacre sistemática sino también la perversión del derecho y la medicina en función del odio y la “eficiencia” estatal.
