La Niña vuelve a entrar en el radar del clima argentino y modifica el mapa de lluvias para los cultivos de cara a fin de año. Aunque el fenómeno aún no está plenamente consolidado, los pronósticos advierten un cambio notable en el patrón de precipitaciones.
Tras tres años consecutivos de sequía, 2025 mostró lluvias regulares durante los primeros nueve meses. Pero ahora, con temperaturas del agua que ya coinciden con parámetros de La Niña, la escena está a punto de cambiar. El meteorólogo Leonardo de Benedictis explica que, en lugar de lluvias semanales generalizadas como hasta octubre, a partir de noviembre comenzarán a espaciarse y dejarán de ser uniformes, concentrándose en zonas más reducidas.
“Se espera un cambio en el patrón de precipitaciones semanales, con menor frecuencia y distribución más irregular”, explicó De Benedictis.
La nueva modalidad hará más probable la aparición de focos de tormentas aislados en lugar de lluvias extendidas. Esto genera incertidumbre para los productores agropecuarios, que podrían enfrentar menos humedad disponible para cultivos de grano grueso.
En este contexto, se recomienda a los agricultores monitorear continuamente la reserva de humedad en cada lote. Deberán ajustar densidad, variedad y fecha de siembra según la demanda de sus cultivos y las condiciones cambiantes para intentar mantener los rendimientos habituales.
La esperanza de que La Niña se consolide plenamente sigue latente, pero sin una interacción fuerte y sostenida con la atmósfera, sus impactos no serán homogéneos. La irregularidad del nuevo escenario obliga a tomar decisiones rápidas y adaptadas para minimizar riesgos.
En resumen, Argentina se prepara para un cierre de año con un clima más errático, que vuelve a poner en juego la planificación agrícola en una región clave para la producción nacional. El monitoreo y la flexibilidad serán la clave en las próximas semanas.


































