Miguel Ángel Russo, uno de los entrenadores más icónicos del fútbol argentino y récord histórico por partidos dirigidos, murió esta semana, cerrando una carrera de 36 años y 1284 encuentros oficiales como director técnico.
Russo debutó en 1989 en Lanús y desde entonces pasó por 16 clubes, dejando una huella marcada por seis títulos, cinco ascensos y campañas memorables, con una identidad clara: orden táctico, serenidad y trabajo disciplinado.
Su primera gran consagración como DT llegó en 2005, cuando ganó el Torneo Clausura con Vélez Sarsfield, y luego alcanzó la gloria continental en 2007 con Boca Juniors, conquistando la séptima Copa Libertadores para el club a fuerza de un equipo sólido y figuras como Riquelme, Palermo y Palacio.
Russo tuvo cinco ciclos en Rosario Central, con momentos claves como salvar al club del descenso y liderarlo a ascensos, además de clasificar a copas internacionales. También dirigió a San Lorenzo, Racing, Estudiantes y Colón en Argentina, mientras que su carrera internacional incluyó exitosas etapas en Millonarios de Colombia y el club saudí Al-Nassr.
En Colombia, ganó el Torneo Finalización 2017 y la Superliga 2018 con Millonarios, además de ser reconocido como mejor entrenador del año antes de pausar su carrera por un diagnóstico de cáncer de próstata.
Regresó a Boca en 2019, en un contexto de cambio dirigencial, y recuperó el título en la Superliga Argentina 2020, además de ganar la Copa Diego Maradona en 2021, confirmando su capacidad para manejar procesos complejos y equipos con presión alta.
Su muerte fue recibida con conmoción y dolor por los clubes que dirigió y el fútbol argentino, que reconoce en Russo un referente de trabajo, humildad y pasión por el juego.
Fue un estratega de cancha y un formador de grupo que supo moldear planteles para el éxito, sin estridencias, con serenidad y coherencia. El fútbol argentino no solamente pierde a un técnico con récords, sino a una persona muy querida dentro y fuera de las canchas.
