Nicolás Bobadilla, nacido en Trelew, Argentina, hoy es una figura clave en la liga profesional de fútbol de Nueva Zelanda después de un camino complicado que lo llevó por Argentina, Chile y un año amateur en una isla del Pacífico Sur.
Con 26 años, Bobadilla vive en Wellington y juega en Miramar Rangers, uno de los equipos más importantes de la National League, la principal competencia de fútbol en Nueva Zelanda. Su historia es la de un jugador que fue rechazado en clubes argentinos como San Lorenzo y Vélez, y que terminó sin contrato en Chile antes de cruzar al otro lado del mundo.
El enganche recuerda cómo desde chico enfrentó la falta de oportunidades en la Patagonia, donde solo Racing de Trelew y Comisión de Actividades Infantiles estaban medianamente reconocidos, y cómo un problema administrativo frenó su paso a Instituto de Córdoba.
“Me limpiaron en Vélez porque era del interior. Esperé un llamado de River pero nunca llegó”,
dice Bobadilla con la franqueza de quien vivió las puertas cerradas muchas veces.
Su llegada a Nueva Zelanda fue casi casual. Tras pasar por clubes chilenos de segundo nivel, aceptó la invitación de una tía de su novia para probar en Waiheke United, un equipo amateur en una isla con apenas 8 mil habitantes y sin pago por jugar. Allí consiguió un permiso para trabajar como carpintero y sobrevivió gracias a empleos turísticos mientras entrenaba intensamente para mantenerse en forma.
El salto hacia el fútbol profesional llegó por un torneo organizado por comunidades fijianas, donde su talento llamó la atención y le abrió la puerta a clubes más relevantes como Bay Olympic y luego Manukau y Manurewa. Con este último, logró un ascenso histórico y un quinto puesto en la National League, antes de firmar con Miramar Rangers.
Bobbadilla explica que la liga de Nueva Zelanda está dividida en regiones y que el nivel varía mucho, pero destaca el avance en infraestructura que, según él, no siempre se aprovecha al máximo. Además, cuenta cómo la cultura futbolística kiwi está en ascenso, desplazando al rugby en popularidad y calidad.
“Acá el fútbol es para gente con mejor nivel económico, al revés que en Argentina”,
señala, y apunta a un crecimiento que tendrá su correlato en el Mundial 2026, cuando Nueva Zelanda vuelva a escena.
Aunque visita Argentina con frecuencia y mantiene vínculos con su ciudad natal, Bobadilla descarta volver al fútbol local. Se siente cómodo en Wellington, donde vive frente a la playa y disfruta de la tranquilidad y seguridad que no encuentra en casa.
En Nueva Zelanda, Bobadilla pasó de carpintero en una isla a referente en uno de los mejores equipos del país. Su historia de persistencia y adaptabilidad contrasta con la frustración que dejó en clubes grandes de Argentina. Ahora apunta a pelear el título nacional con Miramar y a asentarse definitivamente en el país del Pacífico Sur.
La experiencia acumulada tras cinco años en Oceanía lo convierte en un caso único de emigrante futbolista que se abrió camino en un lugar inesperado, fuera del radar tradicional del fútbol profesional latinoamericano.
































