River Plate confirmó la renovación del contrato de Marcelo Gallardo dos meses antes de que termine, en una decisión que mezcla apuesta política y deportiva en medio de una crisis futbolística que no encuentra solución.
La decisión se anunció a poco de asumir el nuevo presidente, Stefano Di Carlo, quien llegó al cargo tras un inesperado giro impulsado por el propio Gallardo. Di Carlo venció a Matías Patanian en la interna, apoyado en gran parte por la salida de Martín Demichelis, ex técnico que dejó al equipo en caída libre.
En sus primeros días, Di Carlo enfrentó el reto de ordenar el club, pero no el vestuario. El anuncio de la renovación fue también un gesto político para mostrar respaldo y coherencia con lo prometido. Gallardo sigue siendo valorado pese al bajón del equipo, y el club busca mostrar convicción de cara al superclásico contra Boca Juniors.
Gallardo se mantuvo firme en su rol y dejó en claro que no se irá “por un mal año”. En conferencia aseguró sentirse con “responsabilidad absoluta” y prometió:
“Voy a volver a ganar, vamos a volver a ganar”
. Sin embargo, sorprendió que en su discurso no mencionó a ningún jugador, reflejando la compleja situación del plantel entre jugadores veteranos fuera del próximo ciclo, juveniles sin experiencia y un núcleo en adaptación.
El fútbol sigue siendo el gran interrogante en River. El equipo, lejos de mostrar un estilo claro, debe sobrevivir en cancha. La renovación apunta más a sostener al entrenador que a solucionar problemas inmediatos. El partido en la Bombonera será clave para medir confianza y reacción.
La realidad marca que, por presupuesto, River debería asegurarse la próxima Copa Libertadores pero el desempeño actual no lo garantiza. El futuro deportivo dependerá de cómo se mueva el mercado de pases y de si Gallardo podrá manejar el vestuario, que hoy vive una crisis de juego y atmósfera.
Para Di Carlo, la prioridad es que los socios tomen las riendas y no una sola figura. Aún así, queda claro que el club sigue girando en torno a Gallardo, con una paradoja que mezcla la responsabilidad del técnico en la merma deportiva y la creencia casi unánime de que sólo él podrá sacar adelante al equipo.


































