Romain Grosjean volvió a subirse a un monoplaza de Fórmula 1 esta semana en Mugello durante un test organizado por Haas y Pirelli, cerrando un capítulo que comenzó con uno de los accidentes más impactantes en la historia reciente del Gran Circo.
El piloto francés sobrevivió a un choque brutal en el Gran Premio de Bahréin 2020, cuando su Haas se estampó a más de 220 km/h contra las barreras, partido en dos y envuelto en una bola de fuego. La escena paralizó a todos los que seguían la carrera en vivo. Grosjean soportó un impacto de 56G y logró salir por sus propios medios del auto, gracias a la combinación de su traje ignífugo, el halo de seguridad y la rápida asistencia médica. Su saldo fueron quemaduras leves en manos y pies, un milagro en un deporte donde las tragedias no son novedad.
Tras el accidente, Haas decidió no contar más con Grosjean para cerrar el calendario de ese año, reemplazándolo por Pietro Fittipaldi. A pesar de un acuerdo para hacer pruebas con Mercedes en 2021, la pandemia frustró esas oportunidades. El francés continuó su carrera en la IndyCar, pero siempre buscando una revancha en la F1.
Este regreso simbólico tuvo lugar cinco años después del accidente. Grosjean utilizó un casco diseñado por sus hijos, que originalmente iba a estrenar en las últimas carreras de 2020 antes del choque. La imagen fue emotiva para sus familiares, ex compañeros y el equipo Haas, que fue testigo del momento.
Grosjean no solo desafió los pronósticos tras su accidente sino que ahora marca un capítulo de esperanza y precaución en la Fórmula 1, que sigue perfeccionando la seguridad para minimizar víctimas fatales en su historia.
