El gobierno laborista del Reino Unido enfrenta una creciente controversia por la propuesta china de construir la mayor embajada de Europa en Londres, situada sobre cables financieros clave y con altos riesgos de espionaje, según denuncian autoridades británicas y expertos internacionales.
El Consejo Editorial de The Wall Street Journal cuestionó directamente a la administración de Keir Starmer por priorizar vínculos económicos con China antes que la seguridad nacional. El proyecto del complejo diplomático abarca 2,2 hectáreas en una ubicación que podría exponer datos financieros sensibles a operaciones de vigilancia.
La polémica estalló luego de que un caso judicial contra dos ciudadanos británicos, Christopher Berry y Christopher Cash, acusados de pasar información sensible a Pekín, se cayera por falta de una designación formal del gobierno sobre China como “enemigo”. Los cargos fueron retirados y Starmer culpó a la administración anterior.
Frente a las críticas, el viceasesor de seguridad nacional, Matthew Collins, advirtió que los servicios de inteligencia chinos realizan “operaciones de espionaje a gran escala” contra el Reino Unido destinadas a dañar sus intereses y seguridad.
Además, en mayo un memorando de la Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC), liderada por el diputado conservador Iain Duncan Smith, alertó que la ubicación del complejo representa un grave riesgo al estar directamente sobre cables que conectan la industria financiera de Reino Unido y Estados Unidos.
“Si China accediera a esos cables, podría monitorear flujos financieros privados y en crisis interrumpir instituciones occidentales”, explicó Luke de Pulford, director ejecutivo de IPAC.
Legisladores estadounidenses también advirtieron que la embajada serviría para aumentar el hostigamiento a críticos y disidentes chinos en el extranjero, una práctica documentada por años. En febrero, los congresistas Chris Smith y John Moolenaar enviaron una carta al embajador británico en Washington exigiendo reconsiderar el proyecto.
El Ejecutivo británico debía decidir sobre la obra el mes pasado, pero la decisión fue aplazada hasta diciembre. La tendencia hasta ahora parece ser la de mantener abiertas las puertas a Pekín, pese a los continuos llamados a proteger la seguridad nacional y la infraestructura crítica.
Este caso revela tensiones profundas en la relación bilateral, dividida entre intereses económicos y crecientes amenazas de espionaje. El desenlace marcará un precedente para todo Occidente frente al avance estratégico de China.
