El inicio de la semana laboral no solo genera ansiedad pasajera, sino que produce un impacto biológico profundo y duradero, revela un estudio reciente divulgado por Scientific American.
Investigadores Tarani Chandola y Benjamin Becker analizaron datos de más de 3.500 adultos mayores en Inglaterra y hallaron que la ansiedad experimentada los lunes eleva los niveles de cortisol, la hormona clave del estrés, en un 23% promedio hasta dos meses después.
Este aumento sostenido afecta por igual a quienes siguen activos laboralmente y a quienes están retirados, demostrando que la llamada “estrés de los lunes” deja una huella física que trasciende la jornada laboral y puede convertirse en un problema crónico.
El cortisol prepara al cuerpo para enfrentar tensiones urgentes, pero niveles altos prolongados aumentan el riesgo de problemas cardiovasculares, ansiedad, depresión y daños en el sistema inmunológico. El estudio se basó en análisis de muestras de cabello para medir el cortisol acumulado, una técnica validada para evaluar el estrés a largo plazo.
Chandola y Becker explican que los lunes amplifican la respuesta hormonal frente a la ansiedad, pues el cambio abrupto del fin de semana libre a una estructura semanal rígida genera “mayor sensación de incertidumbre” que no se experimenta igual en otros días.
“Los datos muestran que el efecto de la ansiedad sobre el cortisol se magnifica los lunes”, dijeron los investigadores.
Las consecuencias no son solo individuales. Médicos y hospitales enfrentan un aumento en eventos cardiovasculares, infartos y suicidios específicamente al inicio de la semana, un fenómeno que no debería tomarse a la ligera en políticas públicas y planificación sanitaria.
Para mitigar este impacto, los autores recomiendan prácticas de regulación emocional como meditación, mindfulness, ejercicio regular y buena higiene del sueño. También señalan que entender por qué algunas personas resisten mejor este ciclo semanal podría abrir vías para mejorar la salud mental en adultos mayores.
En Colombia y en todo el mundo, la evidencia confirma que el malestar del lunes va más allá de una sensación pasajera. Se trata de un factor que puede minar la calidad de vida de largo plazo y debe ser atendido con estrategias claras tanto en el ámbito laboral como en el campo de la salud pública.
