El recuerdo de una pared vieja y desconchada en Cumbayá, cerca de Quito, se convirtió en el punto de partida para uno de los artistas contemporáneos más relevantes de Ecuador. Fue allí, proyectado sobre ese muro, que vio su primera película a los 6 años. Por ese momento, la emoción quedó grabada para siempre en su obra.
El artista, formado entre el campo y la literatura, explica cómo esos muros de adobe y la tierra fértil de su infancia ajustaron la paleta y la sensibilidad que acompañan su pintura. A los 15 años, su talento fue reconocido por Oswaldo Moreno, maestro consagrado y miembro del vanguardista Grupo VAN que rompió con el indigenismo clásico.
Gracias a Moreno, “decidí por la plástica”, reconoce el artista, quien estudió pedagogía y letras en la Universidad Católica del Ecuador, base fundamental para el lenguaje simbólico que utiliza en su trabajo. La literatura y la pintura se entrelazan en una carrera que ya supera las cuatro décadas.
Durante los años 90 obtuvo una beca para especializarse en Londres, donde conoció al crítico Edward Lucie-Smith, un apoyo clave para su proyección internacional. Representó a Ecuador en la Bienal de Venecia y expuso en Europa, Australia y Asia, con muestras en el Museo de Canberra, la Alianza Francesa de China, Japón y Corea del Sur, y en el Museo de América de Madrid.
Su obra ha sido reconocida con premios como la Fundación Pollock-Krasner de Nueva York y con la insignia de Oswaldo Guayasamín entregada por el Municipio de Quito. En 2024 está a punto de abrir una exposición en Roma junto al artista William García, en marco de los 125 años de relaciones diplomáticas entre Italia y Ecuador, organizada por la embajada ecuatoriana.
“La mayor dificultad es la supervivencia, pero las lágrimas ayudan a consolidar los cimientos. El sufrimiento enseña y decanta la realización artística”, dice.
El artista destaca que la experiencia de perder una obra temprana, un relieve hecho con materiales rústicos que la lluvia destruyó, le dejó una tristeza profunda pero también el impulso de reconstruir lo que el tiempo destruye, un motor constante en su trabajo.
Para él, el arte no es solo para profesionales sino una herramienta para enriquecer la sensibilidad de jóvenes y adultos. Su historia conecta el mundo rural con escenarios internacionales a través de una obra que mezcla cielo y tierra, memoria y materia.


































