En el norte de Kenia, el pueblo Turkana desafía todas las reglas conocidas de la nutrición. Mientras en muchas partes del mundo los expertos advierten sobre los riesgos de las dietas altas en grasas animales, esta comunidad ancestral se ha adaptado genéticamente para vivir y prosperar con un régimen que para otros sería peligroso.
Los Turkana consumen altas cantidades de leche, sangre y carne de sus animales, una dieta rica en grasas saturadas que en la mayoría de las sociedades humanas provocaría enfermedades cardiovasculares y otros problemas de salud. Sin embargo, ellos llevan milenios con este estilo de vida sin registrar esos males.
Los científicos que los han estudiado señalan que mutaciones genéticas específicas les permiten procesar y metabolizar los lípidos en niveles que protegerían su corazón y vasos sanguíneos. Esta adaptación genética rompe con las advertencias globales de las autoridades sanitarias sobre el consumo de grasas animales, y plantea nuevos interrogantes sobre cómo el ambiente y la evolución condicionan la salud humana.
Para los especialistas, el caso de los Turkana es un ejemplo claro de cómo la genética puede modificar riesgos nutricionales. En un mundo donde proliferan las dietas bajas en grasa y el temor a los problemas cardíacos, ellos mantienen una dieta que para un cardiovascular haría temblar.
El estudio del pueblo Turkana podría abrir nuevas vías para entender enfermedades metabólicas y mejorar recomendaciones alimenticias personalizadas, pero también deja claro que no todos los cuerpos humanos responden igual a la misma dieta.
Con millones de personas en Colombia enfrentando problemas relacionados con la dieta, conocer estos casos excepcionales ayuda a desmitificar la universalidad de los consejos nutricionales actuales.
