Jane Goodall, la icónica primatóloga que revolucionó la forma de entender a los animales y la conservación ambiental, falleció dejando un legado imborrable en la ciencia y la conciencia global.
Goodall llegó a África en 1960 con apenas una libreta y binoculares, sin protocolos formales ni laboratorios. Su método fue observar con respeto y empatía, demostrando que los chimpancés tenían emociones, cultura y memoria. Mostró que usan herramientas, se abrazan y hasta se reconcilian, borrando la línea que separaba humanos de animales.
Durante más de 60 años, su trabajo insistió en que la inteligencia está ligada a la empatía, no solo a la razón. Esta visión transformó la ciencia, que empezó a mirar a los animales no como recursos, sino como seres con derechos y dignidad.
Goodall también fue una voz clave en la defensa del planeta en tiempos de crisis ambiental profunda. Su mensaje fue claro: el cambio real comienza en las decisiones cotidianas de cada persona, desde consumir menos hasta proteger los ecosistemas que sostienen la vida.
Lejos de crear alarmas, ella elevó la urgencia ambiental con ternura y paciencia, defendiendo “la velocidad paciente del bosque” frente a la prisa humana. Su legado impulsa una visión de prosperidad basada en la armonía, la regeneración y la ciencia compasiva.
La partida de Jane Goodall duele pero también convoca a continuar su legado de cuidado y escucha activa. Ella enseñó que observar sin dominar y proteger sin miedo puede reconciliar a la humanidad con el planeta.
En un mundo saturado de noticias y crisis, su vida sigue siendo un faro. Para millones, la joven que llegó sola a la sabana africana y eligió escuchar transformó para siempre no solo la forma de hacer ciencia, sino la manera en que nos relacionamos con la naturaleza.
