Faustino Oro, el niño prodigio que revoluciona el ajedrez argentino, ya no es solo promesa sino una realidad que asombra a nivel mundial. Así lo confirmó Mario Petrucci, director ejecutivo de la Federación Argentina de Ajedrez (FADA), en una entrevista con Infobae en Vivo.
Con apenas 10 años, Oro ha roto moldes. Desde los 7 años fue llevado a un campus de alto rendimiento, donde sorprendió resolviendo posiciones antes que jugadores mucho mayores. “Nunca vimos un chico así”, dijo Petrucci, recordando cómo el director técnico nacional pidió cuidarlo “porque este chico es distinto”.
El impacto de Oro trascendió Argentina. En la Olimpiada de Budapest, frente a 192 países, la FIDE le dio el honor de hacer la primera movida junto al campeón mundial, un momento inédito para alguien que ni siquiera formaba parte del equipo oficial.
Petrucci explicó que mantener a un talento como Oro requiere una estructura profesional inédita en Argentina: entrenador permanente, apoyo psicológico y viajes internacionales. El costo mensual entre entrenador y torneos alcanza hasta 20.000 dólares, imposible para una familia promedio. Por fortuna, MercadoLibre apoyó inicialmente en secreto y luego de manera pública para cubrir esos gastos.
La presión es alta, comparable con cualquier deporte de elite. “Al final de una partida tiene 160 pulsaciones,” señaló Petrucci. Por eso Faustino cuenta con psicólogo deportivo y un grupo familiar sólido que evita sobreexigirlo.
Para mantener su crecimiento, Oro participará en la final nacional argentina de ajedrez, un torneo cerrado para los 12 mejores. También jugará en el prestigioso Smetan & Jardelli en el Centro Cultural Recoleta, que contará con leyendas como Alexei Shirov y Julio Granda. Además, después de cada partida Oro analizará sus jugadas para el público.
Petrucci recordó desafíos logísticos extremos afuera: en Budapest, para que Faustino pudiera estar dentro del auditorio y compartir mesa con grandes maestros le dieron el rol de capitán del equipo, a solo 10 años.
Sobre el origen de este talento, el director de la FADA admitió que no hay explicación racional clara y que, aunque la familia no es de campeones, el fenómeno “es una transmutación del espíritu y la historia de los grandes maestros.” Comparó este don con la fama temprana de la pianista Martha Argerich.
La Federación argentina busca que Oro disfrute su infancia y se desarrolle tanto en lo humano como en lo ajedrecístico, evitando presiones indebidas. En paralelo, el ajedrez crece como deporte legitimador en todo el país, incluso en zonas sensibles como las Islas Malvinas, con clubes y actos oficiales reconocidos por la Cancillería.
Petrucci cerró con orgullo el presente de Oro y la apuesta nacional: “Debemos acompañarlo entre todos, con alegría y sin presiones”. Mientras tanto, el prodigio comienza a escribir su nombre en la élite global del ajedrez desde la casa y las calles de Buenos Aires.


































