Desde las calles de Tumaco hasta ser uno de los goleadores del Mundial Sub-20 en Chile, Néiser Villarreal está cambiando su historia con goles y mucho sacrificio.
A sus 20 años, el delantero que perdió a su padre cuando tenía seis encontró en el fútbol no solo un escape sino una razón para seguir. Cada gol que marca es para él, cada lágrima tras una victoria es para ese compañero que cree lo mira desde el cielo.
Su llegada a la élite no fue sencilla. A los 12 años abandonó los estudios para entregarse al balón, pero el camino fue duro: fue rechazado en Boca Juniors de Cali y en Ecuador, sin oportunidades claras que le dieran estabilidad.
El primer despegue llegó en Águilas Distrital, luego fue descubierto por Millonarios. El director deportivo Edgar Moreno no dudó en llevarlo al equipo ‘embajador’. Debutó en 2023 con el respaldo de Alberto Gamero y el apoyo de Falcao, pero la lesión de rodilla y problemas con el club frenaron su avance.
La crisis lo llevó al borde de abandonar el Mundial Sub-20, luego de una polémica por una foto con la camiseta del América de Cali. La presión de los hinchas de Millonarios casi le cuesta la convocatoria, pero el cuerpo técnico, en especial César Torres, le dio el empujón para que su talento brillara.
Tras quedar en blanco en la fase de grupos, Néiser explotó en octavos y cuartos con cinco goles decisivos, incluyendo un histórico triplete contra España. Su rendimiento ha despertado interés en clubes internacionales.
Lo que parecía un paso a Brasil también podría convertirse en Europa si mantiene este nivel. Sin semifinales para disputar, Néiser ya dejó una huella fuerte en el torneo y promete ser una estrella en la Selección Colombia.
Su historia habla de resiliencia: la pérdida, el rechazo, la lesión, la presión externa y el renacer en la cancha. El joven de Tumaco no solo juega con talento, juega con el dolor de la vida transformado en fuerza.
