Hoy se cumplen 25 años de la adopción de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, un hito que estableció por primera vez la importancia de la participación plena y igualitaria de las mujeres en la prevención de conflictos y la construcción de la paz.
Desde el 31 de octubre del 2000, la ONU reconoció que los conflictos armados afectan con especial dureza a mujeres y niñas, víctimas de violencia basada en género. La resolución llama a protegerlas y a incluirlas en igualdad de condiciones en los procesos de paz y seguridad a nivel global.
Este fue un cambio radical: nunca antes se había vinculado tan directamente la igualdad de género con temas de seguridad internacional. La resolución abrió la puerta a una agenda global que incluye más de 100 planes nacionales en todo el mundo para concretar esos mandatos.
Pese a los avances, la participación femenina en negociaciones formales de paz sigue siendo baja. Muchas medidas para proteger, prevenir y apoyar a mujeres y niñas víctimas no se han aplicado en su máxima dimensión. El reto es grande.
Importancia crítica en Colombia y Latinoamérica
En Colombia, donde las mujeres han sido víctimas directas del conflicto armado, el papel femenino es fundamental no solo en la denuncia de la violencia, sino también en la construcción de la reconciliación y la paz duradera. Desde acuerdos históricos hasta iniciativas locales, su liderazgo ha sido clave.
La experiencia y mediación femenina no es solo una cuestión de justicia de género, sino una condición necesaria para que los procesos y políticas de paz sean efectivos y completos. Sin su voz, los acuerdos quedan a medias.
Las conclusiones de la Resolución 1325 también emplazan a los gobiernos a garantizar recursos y mecanismos que asseguren esa igualdad efectiva. Impulsar la implementación de la agenda “Mujeres, Paz y Seguridad” es avanzar hacia sociedades más inclusivas en Colombia y la región.
Hoy, cuando muchas comunidades aún enfrentan desafíos postconflicto, la urgencia de proteger y empoderar a mujeres y niñas es mayor que nunca. El mensaje de la ONU es claro: sin participación femenina real no hay paz sostenible.
En Colombia y América Latina, donde estas historias son cotidianas, la lección es que ni la seguridad ni la paz pueden construirse dejando afuera a la mitad de la población.


































