Los ocho países que integran la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) llegaron a la COP30 con una advertencia clara: salvar la selva amazónica es un compromiso global y urgente. La reunión se realiza en Belém, Brasil, en plena Amazonía, un escenario cargado de simbolismo para esta cita mundial contra el cambio climático.
Martín Von Hildebrand, secretario general de la OTCA, aseguró en entrevista con EFE que la región es “víctima del calentamiento global” y que la Amazonía es clave para evitar una catástrofe planetaria. “Si perdemos la Amazonía será una catástrofe para el mundo”, afirmó.
Los países de la OTCA – Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, y Venezuela – insisten en que la mayor responsabilidad la tienen las naciones desarrolladas, que siguen incumpliendo compromisos de financiamiento para la protección ambiental.
“La deforestación contribuye al calentamiento global, pero el principal problema son las emisiones de los países desarrollados”
Von Hildebrand defendió el principio de “responsabilidad compartida” y resaltó que pese a tensiones políticas internas, hay un consenso regional para promover un modelo de desarrollo sustentable que proteja la selva y sea viable económicamente para sus habitantes.
Con cerca de 7 millones de km², la Amazonía concentra la mayor biodiversidad y reservas de agua dulce del planeta, y alberga entre 45 y 50 millones de personas, de las cuales un 80% vive en ciudades. El desafío es proteger la selva sin ignorar las necesidades sociales y económicas de estas poblaciones.
Además, Von Hildebrand denunció la creciente ilegalidad en la región: minería clandestina, tala ilegal, tráfico de drogas y personas avanzan en territorios a causa de la “ausencia estatal”. En respuesta, los países amazónicos han avanzado en cooperación policial, con un centro en Manaos (Brasil), y acciones de control fronterizo contra estos delitos.
También se han creado mecanismos mínimos para proteger a las comunidades indígenas y aprovechar su conocimiento ancestral, sin que este sea pirateado o ignorado. “Hay que acercar el conocimiento de los indígenas a las universidades y comprometer a la sociedad civil y sector privado”, insistió.
La COP30 se convierte así en un foro fundamental para exigir acción global y generar conciencia sobre la salvaguarda de la Amazonía, que no es solo “árboles e indígenas”, sino un ecosistema vital que también enfrenta el impacto de industrias extractivas y problemas sociales complejos.
La presión ahora está sobre las potencias mundiales, con Colombia y los países amazónicos jugando un papel clave para que sus voces se traduzcan en compromisos reales y recursos para frenar la crisis ambiental.


































