Margarita Eugenia Acevedo Meza, pionera del ballet clásico en Norte de Santander y el estado Táchira, enfrenta una grave crisis de salud que la sacó abruptamente de los escenarios que definieron su vida.
En más de 60 años de carrera, enseñó a miles, incluso en zonas remotas, abriendo oportunidades para niños de escasos recursos. Su legado llega a quienes hoy siguen impartiendo esta disciplina gracias a su formación.
La exigencia del ballet, un deporte de alto rendimiento, dejó secuelas. En 2016, Acevedo fue sometida a un trasplante de cadera exitoso, pero su memoria comenzó a fallar sin explicación clara para su familia.
La pandemia de 2020 fue un golpe definitivo. El cierre de su escuela en octubre, única fuente de ingresos y centro de su vida activa, la llevó a un aislamiento que profundizó su deterioro cognitivo.
Hoy, Catalina Maldonado, su hija, es su cuidadora principal en Colombia, mientras sus otros dos hijos, José Guillermo y Adriana Maldonado, vigilan desde Estados Unidos. La familia enfrenta el desafío de mantener su bienestar frente a condiciones médicas delicadas y falta de recursos.
Para apoyarla, amigos cercanos como Juan Becerra organizaron este sábado 11 de octubre una jornada en la biblioteca pública Julio Pérez Ferrero para recaudar fondos y comprar insumos médicos vitales.
Margarita Acevedo es más que una maestra: es la fundadora y corazón del ballet clásico en la zona fronteriza que hoy clama por ayuda. Su historia recuerda la fragilidad detrás del arte y la lucha por proteger a quienes lo han entregado todo.
