Donald Trump reveló esta semana un ambicioso plan para levantar un gigantesco arco monumental en Washington D.C., con miras a conmemorar los 250 años de independencia de Estados Unidos el 4 de julio de 2026. La estructura, inspirada en el Arco del Triunfo de París, estaría ubicada cerca del Cementerio Nacional de Arlington, frente al Monumento a Lincoln, en una de las entradas más simbólicas de la capital.
El diseño preliminar muestra un arco clásico coronado con una figura que recuerda a la Estatua de la Libertad. Trump defiende que “Estados Unidos necesita un arco de triunfo” y presenta tres posibles tamaños, con preferencia por el más grande. Según fuentes de medios estadounidenses, la agencia Harrison Design está a cargo del proyecto, que podría costar cerca de 250 millones de dólares.
Este monumento reflejaría la obsesión del presidente por dejar una huella visible en la capital, siguiendo la línea de figuras históricas como Napoleón o Julio César con sus grandes obras arquitectónicas. En agosto pasado, Trump firmó una orden ejecutiva para promover estilos clásicos en edificios federales nuevos y alejarse del modernismo y brutalismo, buscando “ver edificios hermosos” en el centro de poder estadounidense.
Más allá del arco, Trump también impulsa otras reformas estéticas: ha redecorado el Despacho Oval con elementos dorados, remozó el Jardín de Rosas y está detrás de la construcción de un salón de baile inspirado en su mansión Mar-a-Lago en Florida.
¿Un legado monumental o capricho personal?
El proyecto del arco, apodado ya entre seguidores como el “Arco de Trump”, aún necesita la aprobación de la Comisión Nacional de Planificación de la Capital para avanzar. No está claro si la Casa Blanca ha solicitado formalmente ese permiso.
Originalmente pensado como una obra temporal para el aniversario, el plan se ha ampliado hacia una construcción permanente, lo que ha generado críticas y cuestionamientos públicos. Algunos ciudadanos y expertos dudan de la necesidad del gasto, considerándolo más un reflejo de la obsesión del mandatario por la estética del poder que una inversión institucional.
Trump aseguró ante donantes esta semana que el salón de baile será “realmente hermoso” y que el arco será “fantástico”, pero no dio detalles sobre fechas ni financiación concreta para tener listo el monumento antes del 2026.
Este sería, en caso de concretarse, el mayor legado arquitectónico del mandato Trump en Washington, y una marca visible de su presidencia más allá de las políticas y decisiones oficiales.
