María Camila Gómez se ha consolidado como un ángel inversionista clave para startups tecnológicas con impacto social en México. Desde 2018, ha participado en 20 proyectos y mantiene inversiones activas en siete, enfocándose en fintech, educación, inclusión financiera y cambio climático.
Su experiencia arranca en el software, con una empresa propia de seis años, seguido por roles en Mastercard y Acción.org. Ahí se acercó a la inversión de impacto y tomó la decisión de apoyar proyectos con impacto social y equidad de género.
Gómez recalca que el ángel inversionista es “como una donación sostenible”: asume riesgos pero busca retornos para reinvertir. Su participación no es solo dinero, también ofrece asesoría estratégica, acceso a su red de contactos y cuidado especial a la salud mental del emprendedor.
“Si el emprendedor está quemado, la inversión nunca va a funcionar. Invierto en proyecto y persona”
Detecta errores comunes entre emprendedores, como acercarse a inversionistas sin conocer su tesis o presentar proyectos sin claridad ni transparencia. Advierte que el primer contacto debe generar confianza y alineación.
La inversión ángel permanece como un motor crítico para escalar startups en México, pero Gómez llama a profesionalizar el proceso con mejores redes, due diligence y conexión con aceleradoras y mentores.
Además, pone énfasis en la equidad de género: prefiere apoyar proyectos liderados por mujeres o con impacto social relevante en género, aunque reconoce que no es un requisito excluyente.
Gómez asegura que su compromiso va más allá del capital: “Busco resonar con el modelo de negocio para aportar más que dinero y abrir puertas”.
Su perfil y visión llegan en un momento donde la inversión privada busca crecer y adaptarse al ecosistema mexicano, impulsando propuestas que atiendan retos sociales y financieros del país.
