La filial de Al Qaeda en el Sahel, el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), ha escalado su ofensiva en Mali con una estrategia de “yihad económica” dirigida a asfixiar al régimen militar que gobierna el país desde 2020.
Con base en la región de Kayes, fronteriza con Senegal y Mauritania, el grupo terrorista controla ya rutas comerciales vitales y ha impuesto bloqueos que afectan directamente el suministro de combustible y alimentos a Bamako. En septiembre, uno de sus líderes, Abu Huzeifa al Bambari, anunció un veto a la importación de carburante desde Costa de Marfil, Guinea, Senegal y Mauritania.
Desde entonces, JNIM ha multiplicado ataques a camiones que transportan combustible, sobre todo los procedentes de Senegal. Estos ataques, concentrados en la carretera RN1, que une Bamako con Dakar y mueve el 30% de las importaciones terrestres, han provocado la suspensión indefinida de la empresa interurbana Diarra Transport por razones de seguridad.
El think tank Timbuktu Institute apunta que el grupo terrorista usa esta “yihad económica” para paralizar el comercio y forzar el transporte por vías secundarias bajo su control, donde cobra peajes ilegales. Su estrategia busca también minar la capacidad del Estado para proteger infraestructuras cruciales, subrayando la vulnerabilidad de la junta militar.
Expertos señalan que esta campaña afecta no solo al abastecimiento, sino a sectores clave como la minería del oro en Kayes, responsable del 80% de la producción nacional y un 90% de las exportaciones de Mali. Atacar minas y fábricas es parte del plan para dañar la economía del país y reducir la legitimidad de la junta presidida por el general Assimi Goita.
Desde el golpe de Estado de agosto de 2020, motivado por la inseguridad y las acciones de grupos yihadistas como JNIM, el gobierno militar ha minimizado estas amenazas mientras disuelve partidos políticos y retrasa la transición democrática.
Además, la ofensiva de JNIM tiene un impacto regional. Senegal, principal destino de exportación de Mali y uno de los países afectados por el bloqueo, ya ha reforzado la seguridad en sus fronteras ante infracciones y ataques cercanos a su territorio. La inestabilidad en Mali amenaza con arrastrar a sus vecinos a una crisis económica y de seguridad más amplia.
La “yihad económica” de Al Qaeda en Mali complica aún más el panorama en un Sahel que suma violencia armado, crisis políticas y fragilidad económica, y pone en jaque la capacidad de un régimen militar que intenta controlar un país cada vez más fragmentado.
