Bélgica se enfrenta a España en la estrategia sobre energía nuclear y ya es casi la única gran potencia europea que apuesta por ampliar su parque atómico. El Gobierno de Pedro Sánchez se mantiene firme en su calendario de cierre completo, pero el Ejecutivo de Bart De Wever va en sentido contrario.
Un reciente informe de la Oficina Federal de Planificación belga plantea tres escenarios para garantizar el suministro eléctrico del país hasta 2050. El más eficiente y barato combina una potente expansión de la energía eólica marina con la construcción de nuevas centrales nucleares por un total de 8 gigavatios, equivalentes a ocho reactores del tamaño de Doel 4.
Las previsiones eléctricas son impresionantes: se espera que la demanda supere los 200 teravatios-hora en 2050, más del doble de la actual. Alex Van Steenbergen, coordinador del equipo energético, advirtió que “vamos hacia cifras nunca vistas” y que sin energía nuclear la dependencia de importaciones se dispararía hasta el 40% del consumo, equivalente al total actual de todo Bélgica.
El informe detalla que sin nuevas nucleares, Bélgica tendría que importar gran parte de su electricidad vía cables submarinos desde Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca y Alemania. En ese caso, los costes subirían entre un 25% y un 35%. Con la expansión nuclear, el precio medio rondaría los 115 euros/MWh.
El director de la Oficina, Baudouin Regout, aclaró que aunque el análisis económico favorece la opción nuclear, hay que considerar otros factores: la gestión de residuos, el suministro de combustible fuera de la UE y posibles retrasos o costes adicionales en la construcción.
Mientras tanto en España, Iberdrola ya anticipa que la nuclear de Almaraz se da por perdida y critica el “fanatismo climático” del Gobierno. El Ejecutivo de Sánchez insiste en ser el único de Europa que quiere desmantelar esta tecnología en plena transición energética, lo que contrasta con la apuesta belga por mantener y ampliar su capacidad atómica.
Con esta decisión, Bélgica se convierte en un caso singular en Europa y lanza un mensaje claro: la nuclear sigue siendo clave para garantizar seguridad energética y controlar precios, frente a la apuesta española de cerrar plantas y depender más de renovables e importaciones.
