El derribo de monumentos que exaltan el franquismo y el fascismo vuelve a generar debate en España. Expertos consultados defienden que demoler estos símbolos no constituye un acto de antimemoria, sino una forma de rechazar la exaltación de dictaduras.
La polémica surge en medio de peticiones públicas para retirar estatuas y placas que homenajéan a la dictadura franquista, que tras 40 años de democracia española siguen presentes en muchos municipios. Los expertos señalan que esos monumentos no pueden ser considerados patrimonio en el sentido tradicional, sino vestigios de un pasado autoritario que no debe glorificarse.
Argumentan que derribar estos monumentos es un paso necesario para avanzar en la reconciliación y el respeto a las víctimas del franquismo, sin que ello suponga borrar la memoria histórica, que debe conservarse en espacios educativos y museos.
Así, el foco está en distinguir entre memoria y exaltación. La memoria implica recordar y contextualizar, mientras que los monumentos fascistas muchas veces buscan legitimar y enaltecer esa etapa oscura de España.
Este debate se intensifica en momentos en que varias localidades plantean nuevas medidas para revisar el callejero y el patrimonio público en función de estos criterios políticos y sociales. La cuestión no es solo simbólica: implica también aspectos legales y sociales.
El rechazo a estos monumentos encuentra apoyo en amplios sectores de la sociedad civil, que piden acciones contundentes para evitar que el fascismo tenga espacios de enaltecimiento simbólico en el presente.

































