Juan del Val, ganador del premio Planeta este año, ha puesto patas arriba el debate sobre qué es literatura de calidad. Su polémica frase no ha dejado indiferente a nadie: “La verdadera calidad se mide en las listas de ventas, no en las élites intelectuales”.
La discusión sobre si un autor debe escribir para el público o para la crítica no es nueva, pero Del Val la ha avivado a lo grande, justo cuando el premio Planeta ya estaba en el punto de mira por sus polémicas habituales. En España, la división entre escritores que ganan millones por sus superventas y los que buscan el reconocimiento de los premios más prestigiosos —como el Cervantes— es una brecha que persiste desde los ochenta.
En aquellos años, la crítica despectiva y la desconfianza hacia el éxito comercial se tradujeron en frases como “se han vendido a la comercialidad”. Entonces ser auténtico era lo que molaba, aunque muchos preferían forrarse. Hoy la historia no ha cambiado mucho: autores y críticos literarios parecen hablarnos desde planetas diferentes, con poco diálogo y mutua desconfianza.
“Hay que escribir para el público, no para las supuestas élites intelectuales”, dijo Del Val, encendiendo el debate.
Los críticos tildan a estas superventas de poco menos que oportunistas, mientras que muchos bestsellers sueñan con la fama y el prestigio que dan los premios culturales como el nacional o el Cervantes. La paradoja es que ambos bandos envidian lo que el otro tiene y ninguno parece dispuesto a ceder.
La jugada de Del Val ha sido inteligente. Ahora toda la intelectualidad está discutiendo sobre su posición y su libro, lo que se puede leer como una victoria en términos de promoción: “Que hablen de ti, aunque sea bien”, como dicen en la industria cultural.
El debate está lanzado y seguramente seguirá caliente. ¿Vale más la autenticidad intelectual o las cifras en las librerías? Por ahora, Del Val saca ventaja al haber logrado poner sobre la mesa esta polémica vieja con toda la mirada encima.
