El 34,6% de la población española tiene más de 55 años y aún afronta décadas por delante, pero la calidad de esos años depende mucho de la formación recibida, según un estudio reciente de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).
El informe dirigido por Lorenzo Serrano y Ángel Soler demuestra que los mayores con mayor nivel educativo disfrutan de mejor salud física y emocional, menos soledad y más bienestar general. Además, son más capaces de adaptarse a la tecnología, un factor clave frente a la brecha digital que afecta a este colectivo.
“La formación no solo mejora la inserción laboral, la productividad y los ingresos, sino que tiene un impacto directo en el bienestar y la salud,” explicó Serrano.
Por ejemplo, las personas mayores con estudios superiores presentan un 9% menos de casos de sobrepeso y obesidad y practican más actividad física que quienes solo tienen educación básica. Esto se traduce en una mejor calidad de vida y menor carga para el sistema público de salud, al favorecer un envejecimiento activo y saludable.
Este grupo también muestra mayor participación laboral y mejores empleos, con salarios más altos y menor riesgo de pobreza o exclusión social. La estabilidad económica es un factor que contribuye a un envejecimiento más digno.
En cuanto a la salud emocional, el estudio destaca que el 32,4% de los mayores con formación básica se siente solo a menudo, frente al 21,5% de quienes tienen estudios superiores. “La formación mantiene activos y conectados a los mayores, reduciendo problemas de salud mental vinculados al aislamiento,” afirmó Serrano.
La brecha digital también emerge como un nuevo desafío. Los más educados manejan mejor la tecnología, fundamental para acceder a servicios médicos y administrativos cada vez más digitales.
España supera la media europea en años vividos sin discapacidad a partir de los 65 años con 10,5 años, muy por encima de los 9,7 de media comunitaria, una ventaja potenciada por la educación.
El estudio es claro: potenciar la formación en la tercera edad puede ser la nueva medicina preventiva para un envejecimiento más saludable y activo, un reto que las políticas públicas deben seguir impulsando sin pausa.

































