Donald Trump ha ordenado desplegar la Guardia Nacional en Chicago para intensificar las redadas antiinmigratorias que acusa a Illinois, gobernado por demócratas, de no realizar con suficiente rapidez.
Una parte significativa de la opinión pública estadounidense, cerca del 32,2%, apoya que el presidente utilice fuerzas del orden y el Ejército para forzar el cumplimiento de sus políticas.
Expertos alertan de un riesgo creciente de abuso militar y represión política. Garen J. Wintemute, director del Programa de Investigación para la Prevención de la Violencia en la Universidad de California en Davis, advierte a EL PERIÓDICO que Trump ve al Ejército “como algo que trabaja para él, no para el país”.
“Estamos viendo cómo se usa el Ejército para hacer cumplir políticas, reprimiendo la disidencia, algo que no estaba sobre la mesa en administraciones previas”, dijo Wintemute.
El deterioro democrático es palpable. Entre el 14% y el 19% de los estadounidenses considera aceptable que el Gobierno arreste a ciudadanos y periodistas críticos con la administración Trump. Según el informe, esta represión política se inició en Los Ángeles y se ha extendido a otras ciudades demócratas.
La violencia política y el papel del terrorismo doméstico
El cambio en la definición de amenazas a la seguridad nacional también preocupa. Riley McCabe, analista del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), explica que la amenaza principal ya no es el terrorismo yihadista, sino el extremismo doméstico, sobre todo de la ultraderecha.
Los ataques recientes, como el asesinato del líder conservador Charlie Kirk y el intento de asesinato de Trump, confirman que el 80% de la violencia política procede de grupos ultraconservadores y supremacistas. Estos movimientos, a menudo radicalizados en internet, son un problema fundamentalmente de la derecha, según Wintemute.
Sin embargo, la Administración Trump ha presentado a grupos antifascistas, especialmente a Antifa, como grandes amenazas a pesar de no estar organizados ni contar con liderazgo claro, una estrategia criticada por expertos que la consideran una narrativa oficial sin base sólida.
Wintemute ironiza sobre la falta de rigor de la Casa Blanca:
“Confío en su evaluación como confiaría en el Departamento de Salud sobre vacunas: es decir, nada”
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La mayoría de estadounidenses no quiere violencia, pero la creciente polarización y provocación desde ambos extremos ideológicos, alimentados por la retórica oficial, avivan el riesgo de enfrentamientos violentos. Algunos analistas incluso consideran que el Gobierno podría estar buscando un estallido social para justificar un despliegue militar mayor.
Wintemute advierte que aunque improbable, “una guerra civil en EEUU no es un escenario de probabilidad cero” y acusa al Ejecutivo de usar la violencia política como herramienta para alcanzar sus objetivos autoritarios.
Por su parte, McCabe añade:
“Solo hace falta una fracción ínfima dispuesta a ejercer violencia y que tenga éxito una vez para que las consecuencias sean devastadoras”.
La tensión social y política en EE.UU. sigue en aumento mientras Trump refuerza su estrategia represiva con apoyo parcial de la opinión pública y el despliegue militar en ciudades clave.
