Un palestino ha roto el silencio en una carta pública donde reconoce que la raíz del conflicto con Israel ha sido su propio rechazo a construir un Estado. Según su testimonio, en 1947 la ONU ofreció a Palestina un acuerdo para establecer un Estado independiente junto a Israel, con fronteras y reconocimiento internacional que se rechazó.
El autor señala que los líderes palestinos prometieron expulsar a los judíos del territorio, pero en lugar de eso se perdió todo y se llamó “catástrofe” a lo que fue un rechazo voluntario a la oferta de paz y Estado.
Desde entonces, apunta, los países árabes usaron a los palestinos como arma política, confinándolos en campos de refugiados sin derechos, mientras ellos construían sus palacios y gobiernos. Después de la Guerra de los Seis Días en 1967, sostiene que las fuerzas palestinas mantuvieron una postura de “ni paz, ni reconocimiento, ni negociaciones”, que cerró cualquier posibilidad real de Estado.
Durante los años 90, con los Acuerdos de Oslo, Israel otorgó autonomía, armas para la policía palestina y grandes sumas en ayuda económica. Pero la carta denuncia que ese dinero fue robado y usado para financiar milicias y levantamientos violentos, incluyendo atentados suicidas que pusieron por delante la guerra antes que el desarrollo.
Tras la retirada israelí de Gaza en 2005, el autor considera que hubo una oportunidad histórica para transformar el enclave en un modelo de prosperidad comparable a Singapur. En cambio, la elección de Hamas llevó a una devastación comparable a ciudades en guerra, con túneles y cohetes en lugar de fábricas y servicios para la gente.
Además, denuncia la falta de democracia: casi 20 años sin elecciones, represión interna entre Hamas y Fatah, y un liderazgo centrado en luchas de poder. Mientras, la influencia religiosa promueve odio y culto a los “mártires” que atacan a civiles israelíes. La envidia y el odio antijudíos se han impuesto frente a la colaboración y coexistencia.
El autor responsabiliza también a los países árabes, que a pesar de llamarlos “hermanos”, excluyen a los palestinos y no les otorgan derechos fundamentales. Critica la doble vara de medir: usar la causa palestina para propaganda mientras rechazan su integración.
El vecino Israel, recuerda, ha consolidado una democracia estable, desarrollo tecnológico y agrícola, sin riqueza petrolera, solo con esfuerzo. Los palestinos podrían haber aprendido y colaborado, pero eligieron el camino contrario, atrincherados en el conflicto eterno.
Para concluir, admite con dureza:
“Podría haber construido una nación muchas veces. Elegí el rechazo, la corrupción y la guerra sin fin… Soy víctima, pero a menudo de mis propios líderes y decisiones”.
La carta se presenta como un golpe de realismo dentro de un conflicto donde por décadas se han repetido discursos de victimismo y negación, poniendo en evidencia las sombras internas que impiden un avance real hacia una solución justa y duradera.
