El Instituto Nacional de Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente (Inrae) entregó hoy a la ministra de Agricultura, Annie Genevard, un informe clave sobre alternativas a los neonicotinoides, insecticidas prohibidos en Francia desde 2020.
Estos productos, conocidos como “tueurs d’abeilles” (asesinos de abejas), han generado gran preocupación ambiental y un vacío en la protección contra insectos en cultivos sensibles. La ley para reintroducir el insecticida acefetamiprid fue anulada por el Consejo Constitucional en agosto pasado, dejando a varios sectores agrícolas en alerta.
Christian Lannou, director científico adjunto de Agricultura e impulsor del estudio, destaca que las filiales de remolacha, avellana, cereza, manzana e higo están comprometidas en probar y adoptar soluciones alternativas. Entre ellas, prácticas agronómicas como enterrar residuos de cosecha en remolacha; técnicas de biocontrol como alejar hormigas de manzanos; y estrategias de lucha biológica, por ejemplo, liberar moscas macho estériles sobre cerezos.
“Estas soluciones tienen efectos parciales y deben combinarse a nivel de parcela y territorio para ser eficaces”, explicó Lannou. El informe señala además la importancia de reorganizar territorialmente cultivos como la remolacha azucarera y la de semilla para evitar contaminación cruzada de plagas.
El Ministerio de Agricultura debe ahora evaluar y facilitar la implementación de estas alternativas, pues los productores, faltos de opciones operativas, siguen usando insecticidas sintéticos permitidos, aunque corren riesgo de futuras prohibiciones.
El sector avellana, símbolo de la lucha por reintroducir el acefetamiprid, es el más afectado. La investigadora en ecotoxicología Laure Mamy advierte que desde 2015 se aplicaron 15 tratamientos con seis pesticidas diferentes de tipo piretroide para proteger esta cosecha de la plaga invasora bánano y la chinche diabólica. Esto es insostenible por el daño a la fauna auxiliar y al riesgo de resistencia de los insectos.
Las alternativas específicas para la avellana podrían estar listas en tres a cinco años, pero Mamy alerta que la producción podría desaparecer antes si no se actúa rápido.
El reporte de Inrae es un llamado urgente a adaptar la agricultura francesa con herramientas eficientes y seguras para los cultivos clave, preservando la biodiversidad y el sector.

































