Asimi Goïta, líder de la junta en Mali, destituyó a tres altos mandos militares el 22 de octubre tras reportes de pobres resultados en operaciones contra grupos yihadistas.
Los cambios se anunciaron en un Consejo de Ministros sin explicaciones oficiales. Fuentes militares anónimas confirmaron que la decisión se tomó en la reunión de crisis del Consejo de Defensa un día antes, apuntando a “insuficiencia de resultados en el terreno” y “fallos en la inteligencia para prevenir ataques”.
El general Keba Sangaré, jefe adjunto del Estado Mayor General, fue reemplazado por el general de brigada Elisé Jean Dao. El director de Seguridad Militar Nouhoum Ouattara cedió su puesto al general de brigada Sambou Minkoro Diakité. El jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, general Harouna Samaké, fue sustituido por el general de brigada Toumani Koné.
Un oficial bajo anonimato añadió que algunos de los destituidos podrían enfrentar procesos judiciales por los fracasos registrados en el combate a la insurgencia armada.
Desde 2012, Mali vive una escalada de violencia, principalmente causada por el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), vinculado a Al-Qaeda, y el Estado Islámico en el Sahel. La junta de Goïta, en el poder tras dos golpes de Estado en 2020 y 2021, no ha logrado contener las ofensivas y ataques constantes.
El JNIM intensificó en los últimos meses su estrategia para aislar la capital, Bamako, atacando vías clave que conectan la ciudad con países vecinos. Desde septiembre, organiza un bloqueo en el suministro de combustible, atacando camiones cisterna provenientes de Senegal y Costa de Marfil, principales rutas de importación para Mali.
Este bloqueo afecta gravemente el abastecimiento en Bamako, generando escasez que comienza a impactar la vida diaria y la economía local. Además, desde el 17 de octubre, el JNIM impuso restricciones sociales, como el uso obligatorio del velo para mujeres y la segregación por género en el transporte público, buscando imponer su control en zonas bajo influencia.
La destitución de estos altos mandos llega en medio de una creciente presión sobre la junta ante la incapacidad de frenar la parcial desestabilización de la capital y la complicación logística provocada por el bloqueo.
Las autoridades malienses aún no han emitido declaraciones públicas sobre los reemplazos ni confirmaron detalles sobre posibles juicios a militares removidos.
El conflicto en Mali sigue siendo uno de los focos más críticos de seguridad en África occidental, con implicaciones directas para la estabilidad regional y los esfuerzos internacionales contra el terrorismo.
