El continente africano vuelve a mirar con atención los biocarburantes como alternativa a los combustibles fósiles. Grandes proyectos se multiplican en países como Kenia, donde la petrolera italiana ENI cultiva campos de ricino para producir este combustible.
Durante décadas considerados una solución ecológica viable, los biocarburantes están recuperando protagonismo en el debate energético global, impulsados ahora por la urgencia de la crisis climática. África, con vastas tierras agrícolas y recursos naturales, aparece como un mercado con alto potencial para este sector.
Sin embargo, detrás del entusiasmo, la realidad es más compleja. Los beneficios ambientales y sociales no son todavía claros y el impacto económico puede variar significativamente según la región y los cultivos utilizados. El uso de materiales como peladuras de manioc, melaza de caña de azúcar o residuos vegetales prometen coches circulando con energías “verdes”, pero existen dudas sobre la sustentabilidad real de estas prácticas.
Mientras las grandes petroleras apuestan fuerte, su presencia también genera críticas por el riesgo de competencia con cultivos alimentarios y la verdadera reducción en emisiones de gases de efecto invernadero. El desarrollo de estos biocarburantes aún enfrenta desafíos técnicos, logísticos y de regulaciones locales.
La periodista Marie Toulemonde en un reciente informe para Jeune Afrique detalla estos desarrollos desde el terreno, invitando a analizar no solo el potencial sino las contradicciones y tensiones que rodean la transición energética en África.
Para Francia y Europa en general, el avance africano en biocarburantes puede significar tanto una oportunidad para diversificar fuentes como un terreno de disputa entre grandes inversores. Mientras tanto, los expertos insisten en medir con rigor el impacto final antes de cantar victoria.
