China, líder mundial en producción de tierras raras, anunció esta semana nuevas restricciones a la exportación de tecnologías relacionadas con estos materiales estratégicos, esenciales para sectores como el digital, automotriz, energético y militar.
La medida, que complica el acceso a estas materias primas críticas, ha desatado un fuerte rechazo tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea. Washington acusa a Pekín de usar esta posición de dominio como una herramienta de presión económica y geopolítica. Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, advirtió que China busca arrastrar a la economía global a una crisis, mientras su propio crecimiento se desacelera.
El endurecimiento de los controles llega en un contexto ya tensionado tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. La escalada de aranceles entre Washington y Pekín ha alcanzado niveles superiores al 100 % en varios productos, aunque recientes reuniones en Ginebra, Estocolmo y Londres han rebajado estas cargas a entre 10 % y 30 %.
Ante el golpe a sus cadenas de suministro, la Unión Europea se moviliza rápido. El comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, sostuvo una videoconferencia de dos horas con su homólogo chino Wang Wentao para discutir soluciones urgentes. La CE ha convocado para los próximos días una reunión en Bruselas con representantes chinos para negociar la revisión de estas restricciones.
La Comisión Europea ya denunció públicamente que las nuevas reglas de Pekín han forzado la paralización de producción en varias empresas europeas, afectando gravemente las cadenas industriales. La UE prepara respuestas tanto diplomáticas como operativas, incluyendo la creación de centros conjuntos de compra, almacenamiento y programas de reciclaje de tierras raras, según anunció el vicepresidente Stéphane Séjourné.
Además, Sefcovic trabaja con sus aliados del G7 para coordinar una estrategia común frente a las presiones chinas en este sector clave.
Expertos advierten que la dependencia de estas materias primas hace vulnerables a Europa y a Estados Unidos frente a Pekín, que controla cerca del 90 % del mercado mundial. La respuesta de Bruselas y Washington será crucial para contener el riesgo de un choque geoeconómico directo.
