China estrenó este 1 de octubre su nueva visa K, dirigida a jóvenes talentos en ciencia y tecnología, con condiciones más flexibles que las visas tradicionales, en plena competencia global con Estados Unidos por captar profesionales STEM.
El programa, anunciado discretamente en agosto y puesto en marcha a final de septiembre, promete entrada múltiple, estancias prolongadas y menos trámites, sin requerir oferta laboral ni invitación previa, un cambio radical comparado con los visados estrictos habituales en China.
Oficialmente, la visa K permite actividades educativas, científicas, culturales y empresariales, adoptando un enfoque de “intercambio” más que inmigración, según medios estatales como Global Times y Diario del Pueblo. Sin embargo, falta información clara sobre el derecho al trabajo o los procedimientos para aplicar, ya que las plataformas oficiales aún no detallan estos puntos.
El lanzamiento ha generado controversia interna. Los jóvenes chinos, enfrentados a un desempleo juvenil récord cercano al 19% en agosto, critican la apertura a extranjeros sin restricciones estrictas, temiendo competencia en un mercado laboral ya saturado.
Frank Tian Xie, profesor en la Universidad de Carolina del Sur Aiken:
“¿Qué graduado estadounidense o japonés querría realmente trabajar en China? No es para los países desarrollados, es una jugada geopolítica para atraer profesionales del Sur global.”
Expertos coinciden en que Pekín apunta a África, América Latina e India, para crear una “clase puente” de jóvenes influenciables que en el futuro respalden la visión china de desarrollo, en lugar de competir directamente con el exigente programa H-1B estadounidense, ahora costoso y restrictivo.
Los beneficios prometidos a estos visados, que podrían incluir subsidios, acceso a parques tecnológicos y tratamientos VIP, buscan generar buena voluntad y ampliar el soft power chino, explican analistas como Davy J. Wong y Lai Rongwei, especialista en asuntos trans-estrechos.
Pero las trabas siguen siendo fuertes: la lengua, la estricta vigilancia estatal, la censura de internet, el ritmo laboral extremo “996” y las dudas sobre protección legal pesan sobre la atracción de candidatos de alto nivel occidental o asiático avanzado. Algunos expertos prevén que solo profesionales “de segunda categoría” o de regiones emergentes pueden aceptar el reto.
Como reflejo de la tensión entre China y EE.UU., el nuevo visado es también un gesto de Pekín para mostrarse abierto en un momento en que Washington endurece las normas migratorias para extranjeros, especialmente en el sector tecnológico y académico.
A pesar de la apertura formal, la política migratoria china sigue siendo restrictiva. Entre 2004 y 2013 sólo unas 5000 residencias permanentes se concedieron en total, y propuestas anteriores de flexibilizar el acceso han chocado con resistencia social.
En definitiva, la visa K busca más proyectar una imagen de China acogedora y moderna que cambiar de forma sustancial el flujo migratorio tecnológico mundial en el corto plazo.
