China sigue siendo el mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero, responsable del 30% de las emisiones globales con unos 15,6 gigatoneladas de CO2 anuales, confirmaron datos recientes de la ONU. A pesar de esto, Beijing acelera su despliegue en energías renovables y vehículos eléctricos a cinco días de la COP30 que comienza el 10 de noviembre en Brasil.
El gigante asiático aún depende en un 60% del carbón para generar electricidad, pero acaba de anunciar un ambicioso plan climático. El presidente Xi Jinping prometió multiplicar por seis su capacidad eólica y solar con respecto a 2020, alcanzando 3.600 gigavatios para 2035. La base actual es de 1.482 GW, y ya instaló más de 200 GW solo en 2024. Expertos consideran esos objetivos alcanzables e incluso superables antes del plazo.
En materia de transporte, China domina más del 70% de la producción mundial de vehículos eléctricos. En 2024, casi la mitad de los vehículos nuevos vendidos en el país eran eléctricos o híbridos, y Xi prometió que toda nueva venta será eléctrica próximamente, reafirmando su compromiso con la descarbonización.
En septiembre, China estableció su primer objetivo cuantificado: una reducción del 7 a 10% en emisiones netas para 2035, aunque sin año base definido, lo que genera dudas entre analistas. Para cumplir con el Acuerdo de París y limitar el calentamiento a 1,5 °C, se estima que debería recortar cerca del 30% respecto a 2023. Aun así, se considera que el país podría alcanzar o haber alcanzado ya el pico de emisiones, gracias al impulso renovable y al uso creciente de la energía nuclear.
El sistema nacional de comercio de emisiones se amplía. Hasta ahora aplicado a sectores como acero, cemento y aluminio, Pekín planea incluir más industrias para controlar mejor sus emisiones. Además, prometió aumentar la cobertura forestal a más de 24.000 millones de metros cúbicos, frente a los 20.000 millones actuales, consolidando un pilar clave en su estrategia climática.
Con estos movimientos, China se presenta en la COP30 como un actor clave y con una agenda que combina tener la mayor huella de carbono mundial con la ofensiva más grande en tecnologías limpias. La comunidad internacional observa si este doble filo puede traducirse en resultados tangibles para la lucha global contra la crisis climática.
						
									































