Las protestas en Gabès, ciudad del sur de Túnez, obligan al gobierno a buscar ayuda internacional para frenar la contaminación causada por la industria del fosfato.
Desde el 15 de octubre, miles de habitantes manifestaron contra las emisiones tóxicas de las fábricas químicas en la zona industrial de Ghannouch, una de las principales fuentes de empleo pero también de graves daños ambientales. La presión social es tal que las autoridades tunecinas anunciaron que recurrirán a socios estratégicos para hallar una solución rápida y definitiva.
Este martes, el gobierno tunecino se ha volcado hacia China para pedir apoyo técnico y financiero. No es la primera vez que Pekín interviene en proyectos estratégicos en Túnez, pero esta solicitud se da en un contexto tenso por la crisis ambiental y social que enfrenta la región.
El problema reside en las unidades del Groupe Chimique Tunisien (GCT) que procesan y transforman el fosfato. Las emisiones contaminantes han afectado la salud y el bienestar de la población local, que exige el cierre inmediato de estas instalaciones.
Miembros del gobierno han reconocido que la situación es delicada. Fuentes internas indicaron que los planes incluyen actualizar las plantas industriales con tecnologías más limpias, posiblemente con ayuda china, así como evaluar la posibilidad de cerrar las fábricas más dañinas.
Las tensiones en Gabès reflejan un desafío mayor para Túnez: preservar su industria clave sin sacrificar la salud pública ni el medio ambiente. La implicación china puede abrir una nueva etapa en la cooperación bilateral, aunque muchos vecinos y ONG vigilan el proceso debido al impacto social.
Por ahora, las protestas continúan y la población mantiene firme su demanda: cesar ya la contaminación. Las próximas semanas serán clave para saber si la diplomacia y la ayuda china lograrán calmar la crisis que pone en jaque uno de los polos industriales más importantes del país.


































